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Pretender competir con palabras a la efusión de color y vida que nos brinda la mano generosa y el genio singular de Carmen Parra sería vano intento. Pues tal parece que el paso del tiempo ha traído a sus pinceles, junto con la hondura y madurez del trazo, la florida amenidad de la juventud que sonríe ante la vida. Y la juventud es creatividad creciente e inalcanzable vuelo hacia lo alto.
No obstante, me atrevo a hilar palabras conversando con los presentes en homenaje también a este arte que ha inspirado a nuestra artista y forma parte de una vena viva por la que corre nuestra sangre. Estos años últimos –una década y un poco más—mi ocupación diaria ha estado felizmente cercana al arte y al patrimonio rico y amplio de nuestra cultura. Esa cercanía, a la vez que me ha puesto en contacto con tesoros invaluables, ha presentado a mi mente más de un interrogante: ¿cómo puede una riqueza tal, fruto del espíritu destinado a la inmortalidad, ser apreciado y tenido en el cauce de la vida de todos los días por muchos y no sólo comentario “culto” de unos pocos iniciados y privilegiados?,¿cómo es posible, en el seno de una sociedad que se integra mirando al futuro que el legado de otros tiempos forme parte del instrumental para interpretar los acontecimientos dramáticos de la existencia y aporte levedad a su peso?
Una orientación hacia la respuesta recibí cuando, en septiembre de 1993 trataba de encontrar la trama y el derrotero de la exposición de los Museos Vaticanos que vendría a México para ser presentada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso a partir de noviembre. La encontré leyendo el mensaje que el Concilio Vaticano II, acontecimiento máximo para la comunidad católica en el siglo XX había dirigido a los artistas:”…Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperación. La belleza, como la verdad, hace nacer el gozo en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la erosión del tiempo, es puente entre las generaciones y las hace comunicarse en la admiración…Y todo por vuestras manos.”