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Explicación:
Pone su vida: o sea la expone, lo cual es más exacto que decir "la da". El pastor no se empeña en que el lobo lo mate, pero no vacila en arriesgarse a ello si es necesario en defensa de sus ovejas. Tampoco Jesús solicitó que lo rechazaran y le quitaran la vida. Antes por el contrario, afirmó abiertamente su misión, mostrando que las profecías mesiánicas se cumplían en Él. Mas si aceptó el reconocimiento de sus derechos (1, 49 s.; Luc. 1, 32 s.; Mat. 21, 16; Luc. 19, 39 s.), no quiso imponerlos por fuerza (Mat. 26, 52 s.; Juan 18, 36), ni resistir a la de sus enemigos (Mat. 5, 39; Luc. 16, 16 y nota), y no vaciló en exponer su vida al odio de los homicidas, aunque sabía que la crudeza de su doctrina salvadora exasperaría a los poderosos y le acarrearía la muerte. Tal es el contenido de la norma de caridad fraterna que nos da S. Juan a imitación de Cristo: amar a los hermanos hasta exponer si es necesario la vida por ellos (I Juan 3, 16). En igual sentido dice S. Pablo que Jesús fue obediente al Padre hasta la muerte de cruz (Filip. 2, 8), y tal es también el significado de la fidelidad que Jesús nos reclama "hasta el fin" (Mat. 10, 22; 24, 13), es decir, hasta el martirio si necesario fuera. Cf. v. 18 y nota. 16. Las ovejas a quienes el Salvador fue enviado, son los judíos (Mat. 10, 5 s. y nota). Como ellas no oyen la voz de su pastor (Hech. 28, 25 ss.), Dios "escogerá de entre los gentiles un pueblo para su Nombre" (Hech. 15, 15; cf. Mat. 13, 47 ss.; Luc. 24, 47; Juan, 11, 52, hasta que con el retorno de Israel (Rom. 11, 25 ss.) se forme un solo rebaño con un solo pastor. Fillion y Gramatica recuerdan aquí a Ez. 34, 23 y 37, 21 ss. Véase también Ez. 36, 37 s. y 37, 15 ss. con respecto a las diez tribus que estaban ausentes en los días de Jesús. 17. Para volver a tomarla: Texto diversamente traducido. El P. Joüon vierte: "mas la volveré a tomar", lo que aclara el sentido y coincide con la nota de Fillion, según la cual "es la generosa inmolación del buen Pastor por sus ovejas, lo que lo hace extraordinariamente caro a su Padre". No puede pedirse una prueba más asombrosa de amor y misericordia del Padre hacia nosotros. 18. Es decir que la obediencia que en este caso prestó Jesús a la voluntad salvífica del Padre (3, 16; Rom. 5, 8 ss.; I Juan 4, 10), nada quita al carácter libérrimo de la oblación de Cristo, cuya propia voluntad coincidió absolutamente con el designio misericordioso del Padre. Véase Mat. 26, 42; S. 39, 7 s. comparado con Hebr. 10, 5 ss.; Is. 53, 7.