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Todos sabemos lo que es un milagro, ¿no es así? Cuando Moisés dividió el Mar Rojo; cuando el Salvador le dio la vista a un ciego; cuando una mujer fue sanada de una enfermedad terminal. Uno de los milagros más extraordinarios es la expiación de Jesucristo: ningún milagro ha sido tan poderoso ni tan trascendental. Mas, ¿son esos los únicos tipos de experiencias que podrían considerarse milagros?
El presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, dijo: “Todos los días ocurren muchos milagros en la obra de nuestra Iglesia y en la vida de los miembros”1. Pero, ¿cuándo fue la última vez que moviste una montaña o viste que unos pocos peces y hogazas de pan alimentaban a miles? La mayoría de nosotros probablemente no ha visto nada como eso. Entonces, ¿cómo puede ser cierta la declaración del presidente Oaks?
Según el Diccionario de la Biblia en inglés, los milagros son “manifestaciones del poder divino o espiritual”2. Teniendo en cuenta esa definición, abramos los ojos a los muchos milagros que nos rodean, milagros que tal vez ni siquiera reconocemos.
Definitivamente vemos la mano de Dios en la vida de Su pueblo a través de los milagros en las Escrituras, pero también podemos ver Su poder espiritual cuando recibimos una respuesta a una oración, fortalecemos nuestro testimonio o experimentamos un cambio de corazón.
Sin embargo, hay otros milagros que solemos olvidar: el sol sale y se pone cada día; pequeñas semillas crecen hasta transformarse en árboles poderosos; los muchos componentes de nuestro cuerpo trabajan juntos, permitiéndonos respirar, correr, soñar y comer. Todos los días se presentan avances inspirados en medicina y tecnología, y ahora podemos comunicarnos con casi cualquier persona en cualquier lugar. El poder de Dios puede verse en cada detalle de nuestra vida.
Explicación:Los milagros vienen en muchas formas, pero Dios los realiza para los mismos propósitos generales. A veces los milagros sanan, consuelan o protegen físicamente a los hijos de Dios, pero esos efectos externos no son el único motivo para que haya milagros. A menudo, un milagro no evita en modo alguno el sufrimiento o la tragedia. Dios obra milagros por dos razones básicas: para fortalecer la fe y hacer el bien.
A menudo, los milagros manifiestan el poder de Dios a Sus hijos o enseñan un principio espiritual. El Diccionario de la Biblia en inglés dice que los muchos milagros de Jesucristo “tenían el propósito de probar a los judíos que Jesús era el Cristo” y enseñar principios tales como la responsabilidad individual, el arrepentimiento, la fe y el amor3.
En otras ocasiones, los milagros pueden confirmar una revelación anterior, como las señales en las Américas del nacimiento de Cristo. Dios también puede utilizar milagros para hacer avanzar Su obra: la obra de historia familiar, la obra misional y más.