• Asignatura: Castellano
  • Autor: lairen
  • hace 7 años

la leyenda del domingo siete

Respuestas

Respuesta dada por: margita15
11

Traté de buscar una mas resumida pero no encontre

Respuesta:

Domingo siete

Érase que eran dos compadres, uno rico y el otro pobre; el rico se llamaba Ramón, y el pobre, Laureano.

Laureano era tan pobre que a veces tenía que recurrir a la ayuda de su compadre; pero éste era bastante avaro y siempre le ponía miles de excusas para no prestarle dinero.

Un día Laureano salió en busca de trabajo pues las necesidades eran muchas y dinero tenía muy poco. Esta vez decidió no ir por el camino de siempre y salió en dirección opuesta.

—"Puede que me cambie la suerte" —pensó y se puso en marcha.

Anduvo hasta casi el atardecer y ya perdía las esperanzas cuando a lo lejos divisó una casa; rápidamente se dirigió hacia allí.

Al llegar, comprobó que se trataba de una casa abandonada y desilusionado pensó: "Creo que hoy no conseguiré nada. Mejor me vuelvo antes de que anochezca".

De pronto sintió que venía gente. Tuvo miedo; a una casa abandonada sólo pueden llegar ladrones o maleantes.

—Me esconderé hasta que se vayan —dijo y no encontró nada mejor que un tirante en el techo; trepó en él y se quedó bien callado para que no lo descubrieran.

Eran unos gauchos desconocidos; jamás los había visto por el lugar.

Entraron en la casa como si fuera suya, prendieron fuego, se sentaron y comenzaron a tocar la guitarra y a cantar:

—Lunes y martes, y miércoles tres, jueves y viernes, y sábado seis...

La reunión se iba animando cada vez más y entusiasmados por la música comenzaron a bailar, mientras repetían una y otra vez los mismos versos:

—Lunes y martes, y miércoles tres, jueves y viernes, y sábado seis...

Laureano se divertía mucho viéndolos desde su escondite pero le aburría escuchar siempre la misma canción hasta que de pronto se le ocurrió que le podría agregar algo y al llegar a "sábado seis" gritó:

—¡A las cuatro semanas se ajusta el mes!

Los gauchos pararon de cantar, miraron hacia arriba desde donde venía la voz y descubrieron al intruso.

—Baje, mi amigo, ¿qué hace ahí? —le dijeron.

—Oí venir gente y me asusté.

—Amigo, somos gente buena, baje tranquilo.

Cuando Laureano bajó, los gauchos muy contentos le dijeron:

—Estamos muy agradecidos porque nos alargó el verso —y en recompensa le dieron mucho dinero en onzas de oro.

Contento como no lo había estado nunca, volvió a su casa y le dijo a su esposa que lo estaba esperando:

—Mujer, mira lo que traigo, ve a lo de mi compadre y pídele prestado el almud* para medir las onzas.

Ramón, intrigado por el pedido de su compadre, comentó a su mujer:

—¿Qué estará por medir Laureano tan pobre como es? Vamos a poner una cosa que lo pegue al almud para ver qué mide.

Así lo hizo y se lo mandó.

Laureano midió su oro y devolvió enseguida el almud a su compadre.

Cuando Ramón lo tuvo en sus manos, observó que tenía pegada una onza de oro; inmediatamente fue a la casa de su compadre y le preguntó:

—¿De dónde has sacado esta onza?

Mientras Laureano le contaba lo que le había sucedido, en Ramón crecía la codicia. Él iba a hacer lo mismo.

Al otro día fue a la casa abandonada; se trepó al tirante como lo había hecho su compadre y esperó.

Ya anochecía cuando llegaron los gauchos y, como era su costumbre, prendieron el fuego y se pusieron a cantar. Ahora el verso era un poco más largo con el agregado de Laureano.

—Lunes y martes, y miércoles tres, jueves y viernes, y sábado seis, a las cuatro semanas se ajusta el mes...

Escuchó varias veces la canción y de pronto se dio cuenta de que faltaba el domingo. Esperó a que llegaran a "sábado seis" y gritó:

—¡Falta domingo siete!

Esta interrupción no les gustó nada porque les había descompuesto el verso y lo bajaron del tirante con la intención de darle una paliza por entrometido.

Por suerte Ramón pudo zafarse de los irritados gauchos y salió corriendo con todo lo que le daban sus piernas.

—¡Qué atrevido! —exclamaron—. Venir a arruinarnos el canto; mejor que no aparezca más por aquí.

Por supuesto Ramón no apareció más por ahí y se cuidó muy bien de no comentar nada.

Pero la historia igual corrió de boca en boca, se conoció en todo el lugar y más lejos también, y desde aquel día, quedó la costumbre de que cuando alguien dice algo inoportuno exclaman:

—¡Ya salió con un domingo siete!

Explicación:

Respuesta dada por: jenaleon01
4

Respuesta:

quien es el autor?

Explicación:

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