2- ¿Cómo habrá sido el viaje de los congresales hasta Tucumán? Tengan en cuenta todo lo que involucraba: transporte, caminos, comida, tiempo, descanso, peligros externos, etc. Descríbelo.
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En 1816 convergen dos hechos destacados: la declaración de la Independencia de un nuevo país, hoy llamado Argentina y la organización final del plan de guerra de José de San Martín, que garantizaría la Independencia y llevaría el triunfo de los revolucionarios más allá de las Provincias Unidas.
El contexto internacional era sumamente complejo. Para 1816, España se había liberado de los franceses, el Rey Fernando VII había vuelto al trono y se predisponía a recuperar los territorios americanos que estaban en mano de los revolucionarios. El ejército realista comenzó a avanzar victoriosamente por toda la región derrotando a una parte de los movimientos independentistas americanos.
En este contexto tan difícil, las Provincias Unidas se juntaron para decidir qué hacer ante la situación. El Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sudamérica se reunió en San Miguel de Tucumán para limar asperezas entre Buenos Aires y las provincias, cuyas relaciones estaban deterioradas. El Congreso funcionó en la casa de una importante familia local hoy convertida en Museo Casa Histórica de la Independencia.
Cada provincia eligió un diputado cada 15.000 habitantes. ¿Y cómo llegaban hasta ahí los congresales? En ese entonces, no había caminos construidos y la gente viajaba en carretas tiradas por mulas o en diligencias. La travesía hacia Tucumán podía tardar muchas semanas. Por eso, los viajantes arribaban sucios, con hambre y cansados, pero sabiendo que estaban allí para tomar una decisión muy importante. Para llegar al Congreso, los diputados tuvieron que recorrer largos caminos en galeras y sopandas. El viaje de Buenos Aires a Tucumán, por ejemplo, duraba entre 25 y 30 días. El viaje en carreta, esos grandes carros de madera que eran tirados por una o más yuntas de bueyes, era más largo y podía durar por el mismo trayecto hasta 50 días.
Las sesiones del Congreso se iniciaron el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de diferentes provincias de un territorio bien diferente a lo que hoy es Argentina. Por ejemplo: Charcas, hoy parte de Bolivia, envió un representante. En cambio, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fé no participaron del Congreso porque estaban enfrentadas con Buenos Aires y en ese entonces integraban la Liga de los Pueblos Libres junto con la Banda Oriental, bajo el mando del Gral. José Gervasio Artigas. El representante de La Rioja, Pedro Ignacio de Castro Barros, fue uno de los primeros presidentes del Congreso durante esos meses trascendentales.
Lo fundamental del congreso fue que el 9 de julio de 1816 los representantes firmaron la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y la afirmación de la voluntad de “investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli” y “de toda otra dominación extranjera”. De este modo, después del proceso político iniciado con la Revolución de Mayo de 1810, se asumió por primera vez una manifiesta voluntad de emancipación. La Proclama es considerada el documento fundacional de nuestro país.
EJE 1
¿Qué pasó el 9 de julio de 1816?
La Independencia aparece asociada a una idea clave de la modernidad: la emancipación, que alude al momento en que un sujeto es capaz de asumirse como tal ante sí y ante los otros. En el marco de las filosofías del iluminismo, muchas de ellas inspiradoras de los movimientos independentistas, la “emancipación” era concebida como la instancia en que un sujeto adquiría la “mayoría de edad”, no sólo en el ámbito privado sino en la vida social, política e histórica. La Independencia, concebida como “emancipación”, aparece de este modo, como el deseo social de vivir sin tutela.
Distintas tradiciones pedagógicas y educativas en nuestro país y en el continente americano consideran que la “emancipación” es un objetivo fundamental de todo proceso educativo. Para algunas, sobre todo aquellas inspiradas en variantes del iluminismo, no hay emancipación sin la transmisión de saberes y valores tendientes a la construcción de una ciudadanía responsable; otras, identifican la “emancipación” con el despliegue de los propios saberes y valores que conforman la cultura popular. En los años de la Independencia no todos accedían a la lectura y la escritura. Para las mujeres era una práctica vedada. También para los gauchos, los negros y los indígenas. En Catamarca cuando las autoridades descubrieron que el mulato Ambrosio Millicay sabía leer y escribir lo azotaron en la plaza pública. Los que sí podían aprender a leer, sobre todo los varones de las clases acomodadas, se alfabetizaban a través de los llamados silabarios.
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