¿Qué son las élites latinoamericanas y cuál ha sido su responsabilidad en el neocolonialismo?
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En la Ciencia Política, el estudio de las élites políticas ha experimentado un boom desde los años noventa, en tanto ha seguido un proceso de emancipación respecto a los trabajos clásicos de corte prosopográfíco o sociológico. Para dicha disciplina, el concepto de élite política es indisociable del de representación política, de manera que puede ser definido como miembro de la élite aquel personero político que a través de su posición, prestigio -o influencia- participa directa o indirectamente en el proceso de toma de decisión y elaboración de políticas.1 Esto supone, por lo tanto, un número restringido de personas, por oposición a la masa de los representados/gobernados o a los políticos de segundo rango.
Asimismo, en un contexto de generalización de los valores democráticos, los politólogos han estudiado a las élites políticas con relación a sus representados bajo el prisma de las dos caras de Jano: la semejanza y la diferencia. Semejanza, porque para poder llegar a ser los representantes de sus electores, las élites precisan parecerse a estos últimos, de modo tal que puedan sentirse identificados. Diferencia porque, a la vez, deben distinguirse de los demás ciudadanos y candidatos, al mostrar sus credenciales de capacidad (intelectual, técnica, entre otras) para legitimarse en su rol decisorio. Esta consideración abrió el espacio a la elaboración de numerosos trabajos sobre el perfil de las élites políticas y la diada entre su representatividad (proximidad a los electores) y su desempeño político (su capacitación para elaborar o evaluar/aprobar políticas públicas). Emergió así una serie de trabajos que reflejan el alejamiento de las élites respecto a sus bases a favor de un crecimiento en el grado de "tecnicidad" de las mismas (tecnócratas y technopolsEn la Ciencia Política, el estudio de las élites políticas ha experimentado un boom desde los años noventa, en tanto ha seguido un proceso de emancipación respecto a los trabajos clásicos de corte prosopográfíco o sociológico. Para dicha disciplina, el concepto de élite política es indisociable del de representación política, de manera que puede ser definido como miembro de la élite aquel personero político que a través de su posición, prestigio -o influencia- participa directa o indirectamente en el proceso de toma de decisión y elaboración de políticas.1 Esto supone, por lo tanto, un número restringido de personas, por oposición a la masa de los representados/gobernados o a los políticos de segundo rango.
Asimismo, en un contexto de generalización de los valores democráticos, los politólogos han estudiado a las élites políticas con relación a sus representados bajo el prisma de las dos caras de Jano: la semejanza y la diferencia. Semejanza, porque para poder llegar a ser los representantes de sus electores, las élites precisan parecerse a estos últimos, de modo tal que puedan sentirse identificados. Diferencia porque, a la vez, deben distinguirse de los demás ciudadanos y candidatos, al mostrar sus credenciales de capacidad (intelectual, técnica, entre otras) para legitimarse en su rol decisorio. Esta consideración abrió el espacio a la elaboración de numerosos trabajos sobre el perfil de las élites políticas y la diada entre su representatividad (proximidad a los electores) y su desempeño político (su capacitación para elaborar o evaluar/aprobar políticas públicas). Emergió así una serie de trabajos que reflejan el alejamiento de las élites respecto a sus bases a favor de un crecimiento en el grado de "tecnicidad" de las mismas (tecnócratas y technopols
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