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LA EVANGELIZACIÓN DESDE EL MODELO DE CRISTIANDAD
En su esencia evangelizar es transmitir a otro la fe cristiana a fin de que
pueda, en su vida cotidiana, histórica, en su praxis comunitaria, seguir los
pasos de Cristo, el liberador de cada hombre y de la historia como totalidad.
La evangelización se juega en última instancia en la praxis, en los actos. El
evangelizado se distingue del que no lo ha sido en sus prácticas cotidianas.
Evangelizar no es sólo impartir teóricamente a una inteligencia repetitiva (que
recuerda de memoria una doctrina) algunas verdades objetos de la conceptualización. Antes que eso y fundamentalmente, evangelizar es enseñar en la
praxis comunitaria y concreta el modo como el cristiano interpreta la realidad
para cambiarla, para redimirla, para destruir las estructuras de dominación del
pecado y re lanzarlas hacia la construcción de nuevas estructuras construidas
para servir al otro, al pobre, a la viuda, al huérfano. Evangelizar es transformar la vida para la acción de servicio, de culto a Dios por la misericordia
efectiva al prójimo, al oprimido, al explotado, al hambriento, al desvestido, al
peregrino sin casa, al enfermo, al encarcelado...
Evangelizar es enseñar al otro a convertirse él mismo en profeta evangelizador, en vanguardia de una masa que se transforma en pueblo, con conciencia
histórica y escatológica.
Por ello, nos surge una sospecha fundamental: ¿Púdose evangelizar dentro
de un «modelo» de cristiandad y en el contexto de una praxis violenta de
conquista, de dominación pura y simple sobre el otro?
En efecto, la cristiandad europea, no sólo la hispánica o lusitana, sino
igualmente la holandesa, inglesa, francesa y otras, demasiado habituadas a
vivenciar el cristianismo como una propiedad privada del europeo, y a tomar
dicha religión como la justificación de todos sus actos con respecto a los
infieles (sean árabes, mongoles, eslavos, etc.), les llevó a totalizarse de tal
modo que identificaron su cultura con la religión cristiana. Fetichizaron su
civilización. La cristiandad europea se confundió con la cultura europea. Esta
identificación tendrá las peores consecuencias en el proceso evangelizario de
América latina, pero igualmente del África y Asia (hasta el presente). Se trata
entonces de poner lentamente en cuestión dos problemas. En primer lugar, la
dignidad del otro, del indígena ante el cristiano que lo pretende evangelizar .
En segundo lugar, pensar si lo que se predicaba era realmente una «fe» o sólo
una «doctrina» que justificaba la dominación. Nada fue absolutamente blanco
y negro, hubo grises, más blancos o más negros. Internémonos en el cuestionamiento.