• Asignatura: Historia
  • Autor: claudiotorrez
  • hace 7 años

Informacion sobre el pueblo de la leyenda El regalo del cardon

Respuestas

Respuesta dada por: Karlavch28
7

Respuesta:

el regalo del cardon

Explicación:

Cuenta la leyenda que los cardones que hay en los valles, en especial en Amaicha del Valle, son indios, que convertidos en plantas, aún vigilan los valles y los cerros. Ellos velan por la felicidad de sus habitantes que, de esta manera, nunca más serán perturbados por extraños en conquista de tierras.

Pero más trágico es saber cómo se convirtieron en plantas. Se cuenta que en épocas de la conquista, el Inca, al ver que los españoles estaban dominando y martirizando a su pueblo, envió emisarios a los cuatro puntos del imperio para organizar las tropas y así dar un golpe mortal al invasor.

Para ello, los guerreros se apostaron en puntos claves por donde pasarían los conquistadores, esperando la orden de atacarlos por sorpresa, pero esta orden nunca llegó pues los chasquis enviados fueron capturados en el camino y el Inca fue capturado, torturado y muerto. Los valientes indios esperaron y esperaron y vieron, desorbitados, pasar las tropas europeas sin recibir la orden de atacar ... pasó el tiempo y, desolados, quedaron en sus puestos ... la Pachamama, piadosa, los fue adormeciendo y haciéndolos parte de ella ... así comenzaron a unirse sus pies a la greda y la Madre Tierra los cubrió de espinas para evitar que los dañaran en su sueño ...

Se dice que aún hoy estos estoicos vigías esperan la orden que nunca llegará.

ESPERO TE SIRVA

Respuesta dada por: josearturotg3
0

Respuesta:

Hace mucho tiempo, aunque ya se practicaba la agricultura en los valles, la vida seguía siendo dura en los cerros y las punas, porque allí los pastorcitos sufrían la sed cuando marchaban tras sus rebaños. Uno de esos pastorcitos se había enamorado de una joven como el pero hija del curaca, el jefe de la comunidad. Cada vez que regresaba a la aldea – después de una larga jornada - , la saludaba desde lejos y ella le sonreía, le sonreía. El curaca no quería ni oír del amor entre los jóvenes. Soñaba con otro destino para su hija (¡seguro, el hijo de otro jefe!), y odiaba al pastorcito. Quizás esa prohibición los acerco. El chico, un día, junto coraje y le hablo: la quería con toda su alma y no se resignaba a vivir sin ella. La joven también le confeso sus sentimientos, y, sabiendo de antemano la oposición que encontrarían, escaparon hacia la montaña. A la mañana siguiente, muy temprano, cuando el muchacho debió marchar con los animales y el grupo de pastores, sus compañeros notaron su falta, pero partieron igual. Rato después, el jefe se levanto para iniciar su labor del día. Advirtió la ausencia de su hija y se sorprendió, porque ella nunca faltaba a esa hora. Algo malicio porque despacho un chasqui al cerro para saber si el pastorcito había marchado con las llamas. ¡Y no le cupo duda!  Convoco entonces a sus guerreros para salir en busca de los enamorados, apresarlos y darles su merecido. Los jóvenes sospecharon que el airado curaca andaría tras ellos. Llevaban horas de delantera, pero conocían la firmeza y la capacidad del jefe y sus guerreros. Apelaron entonces a la Pachamama, la Madre de los cerros, protectora de los cultivos de maíz y de la quinua, la que ampara siempre a quienes le manifiestan su respeto. En lo mas alto del cerro cavaron un hoyito, depositaron en el los alimentos que llevaban y los cubrieron con piedras; allí mismo hicieron una apacheta, uno de esos altares a cielo abierto queen plena montaña reverencian a la Madre generosa. Y cuando la apacheta había tomado forma y el curaca y sus guerreros trepaban la cuesta acercándose a los fugitivos la apacheta se abrió como un manto protector y recogió en su regazo a los dos enamorados. El airado jefe y sus hombres llegaron jadeantes a la cumbre, pero sólo encontraron una apacheta recién hecha ¡y ni rastros de los fugitivos! Tuvieron que volver a la aldea, y cuando el curaca finalmente se resigno, junto a la apacheta brotó una nueva planta, hasta entonces desconocida, que en la sequedad de esas alturas formó un grueso tronco, espinudo, alto y recto y con sus brazos al cielo: ¡era el pastorcito convertido en cardón, agradeciendo para siempre a la Pachamama! Desde entonces, los que marchan por el cerro solo tienen que voltear un cardón para encontrar en su esponjosa y jugosa madera que parece de papel, el agua que saciará la sed de hombres y animales. Y cuando las nubes se amontonan y las montañas resuenan con el trueno que anuncia tormenta, sobre el pecho verde del cardón nace una flor blanca para anunciar la lluvia que bendecirá la tierra: es ella, la enamorada, convertida en flor por la Pachamama.

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