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La novela comienza presentando a la familia Orozco, propietarios de la hacienda Riobamba. Situada en el siglo XIX, los enfrentamientos entre colonos e indios son cuestión fundamental de esta parte de la trama. El clima violento y desagradable llega a su punto álgido cuando el indio Tubón pierde a su familia en uno de estos desafortunados encuentros. Ante el dolor de la pérdida y la rabia contra los colonos, Tubón idea una venganza contra la familia Orozco y quema la hacienda, con ellos dentro.
NUDO:
De la desgracia se salvan nada más que Don José Domingo, señor de la hacienda, y su hijo Carlos, que en el momento del incendio cuenta tan solo diez años. Ante la situación desesperada, padre e hijo se unen a una partida evangelizadora y el joven Carlos crece con los curas, conociendo de cerca la fe cristiana.
Pero todavía en el contexto de guerra entre colonos e indígenas, surge el amor. Carlos, ya convertido en un muchacho joven, se enamora de Cumandá, la hija de un importante jefe indio, conocido por su odio exacerbado hacia los blancos. En la historia de amor es también protagonista el odio del padre, que ante los avances de Carlos con su hija tiene varias tentativas de asesinato. A partir de aquí se suceden persecuciones, huidas, matrimonios fallidos y el drama final de la muerte. Pero es aquí, a los pies del final del jefe de la tribu, cuando Carlos descubre un terrible secreto que cambiará para siempre su vida y también su historia con Cumandá.
La novela de Juan León Mera, con un cierto aire de romanticismo tardío conjuntado con el tema indígena preferido por los autores latinoamericanos del momento, crea a propósito un contraste casi irreconciliable entre el amor, sentimiento poderoso que se enfrenta a toda clase de contratiempos que lo vuelven prácticamente imposible, y el odio, protagonizado por los indígenas (primero Tubón, más tarde la familia de Cumandá), hacia el blanco invasor que ocupa las todavía vírgenes selvas de Ecuador.
DESENLACE:
La sorpresa final es digna de las tragedias clásicas y convierte lo que hasta el momento había sido una novela profundamente descriptiva y casi inocente en su defensa del amor, en una obra consciente de sí misma y del lugar que ocupa en el panorama literario, no solo americano, sino incluso universal.
Cumandá es, en definitiva, un libro para disfrutar, para leer apasionadamente, que gustará sobre todo a los amantes de las grandes historias de amor y de los dramas imposibles. El color de Ecuador y su selva, pintado con cuidado por las palabras de Juan León Mera, altamente descriptivas y llenas de indigenismos, da un punto distinto y exótico a la novela. Enmarcada en el conjunto de literatura escrita por los políticos del siglo XIX, disfrutar de sus páginas es un placer para los que quieren conocer un poco más sobre la tierra americana.