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John Boyne y su El niño de pijama de rayas nos dejó impactados a todos en su momento. En El pacifista retoma la guerra y sus secuelas para hacernos vibrar con una historia narrada con una exquisita sensibilidad, donde lo más importante no es lo que cuenta sino cómo lo cuenta.
Tristán Solder viaja de Londres a Norwich para devolver a Marian Bancroft las cartas que su hermano Will le escribió cuando ambos estaban en una trinchera de la Gran Guerra.
La amistad de los dos jóvenes encubre una relación homosexual que los dos no asumen por igual y que ha dejado marcado a Tristán hasta el final de su vida como veremos en las últimas páginas del libro. Pero hay mucho más en esa relación que Tristán querrá confesarle a Marian, la hermana de Will, que sigue sin aceptar su muerte. Un secreto terrible que sirve a John Boyne para describirnos cómo la mentira y el remordimiento persigue hasta derrotar a un ser humano sin matarle.
Los diálogos de esta obra son tan eficaces, tan bien elaborados como las emociones que desprenden. Son magistrales. Igual de sorprendentes que la capacidad de Boyne para trasladarnos a la trinchera y al período de instrucción previo a la guerra en el que Tristán y Will comienzan a conocerse y empiezan a destruirse los cimientos de las creencias y verdades que creen tener bien aferradas.
La trinchera es el lugar definitivo donde todo aquello tiembla, donde nada es seguro y las personas se convierten en otras por mucho que traten de evitarlo. De héroes a cobardes, de cobardes a héroes. El camino y las direcciones se forjan entre el dolor y la inmundicia de ese zulo donde empuñan fusiles y llegan a ver cómo se derraman sesos humanos como parte inevitable del paisaje.
Boyne es capaz de trasladarnos hasta la vida en esas trincheras con su escritura como si fuera una fotografía, como si fuera una de esas películas de guerra que tantas veces hemos visto en televisión. No nos cuenta algo que nunca hayamos contemplado en una pequeña pantalla. Pero insisto en que la destreza de Boyne consiste fundamentalmente en describírnoslo de manera magistral con palabras. Es una tarea difícil que el autor consigue en El pacifista con matrícula de honor.
La tragedia no siempre es morir atravesado por una bala para Boyne y tiene razón. Tristán está tocado de muerte desde el momento que su padre le dice que ya no es su hijo y desea en su presencia que un alemán le mate de un tiro.
El pacifista tiene pasajes especialmente desgarradores como éste, que impactan tanto o más que cuando leemos sobre la muerte de uno de esos soldados que caen sin vida en sus páginas.
El pacifista es melancolía, mucho dolor, complejidad emocional, crudeza pero también belleza aunque parezca increíble. No es fácil de comprender esta contradicción hasta que se lee. Desde aquí les traslado mi invitación más ferviente a que disfruten de esta lectura. De la buena lectura.
Explicación:
Espero q te ayude