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Imagina que eres un macrófago: un glóbulo blanco despiadado que acecha, como amiba, entre los tejidos del cuerpo, en busca de patógenos, células moribundas y muertas y otras cosas indeseables. Cuando encuentras alguno de estos, tu tarea no es destruirlos, sino devorarlos por completo. (¡Gulp!)
Esta aniquilación total parece un poco exagerada, pero tiene dos propósitos. Primero, recupera macromoléculas valiosas para que el cuerpo pueda volver a usarlas. Segundo, en el caso de organismos patógenos extraños, permite que el macrófago presente fragmentos del patógeno sobre su superficie, lo que alerta a otras células inmunitarias sobre su presencia y desencadena una respuesta inmunitaria.
Retrocedamos un poco. ¿Cómo un macrófago se “come” a un patógeno o un fragmento de detrito celular? En secciones anteriores hemos hablado acerca de las formas en que los iones y moléculas pequeñas, como azúcares y aminoácidos, pueden entrar y salir de la célula mediante proteínas transportadoras y de canal. Las proteínas de canal y los transportadores son muy buenas para permitir el paso de pequeñas moléculas específicas a través de la membrana, pero son demasiado estrechas (y muy selectivas con lo que transportan) como para permitir que una célula ingiera algo tan grande como una bacteria.
En cambio, las células necesitan mecanismos de transporte en masa con los que pueden mover partículas grandes (o grandes cantidades de partículas más pequeñas) a través de la membrana celular. Estos mecanismos implican encerrar las sustancias que van a ser transportadas en sus propios globos pequeños de membrana que pueden desprenderse o fusionarse con la membrana plasmática para transportar la sustancia a través de ella. Por ejemplo, un macrófago engulle su cena de patógeno extendiendo sus protrusiones de membrana alrededor de ella y encerrándola en un globo de membrana llamado vacuola alimenticia (donde posteriormente será digerida).
Los macrófagos son un ejemplo impresionante de transporte en masa, y la mayoría de las células del cuerpo no engullen microorganismos enteros. Sin embargo, tienen mecanismos de transporte en masa de algún tipo. Estos mecanismos permiten a las células obtener nutrientes del ambiente, selectivamente “agarrar” ciertas partículas del líquido extracelular o liberar moléculas de señalización para comunicarse con sus vecinos. Tal como los procesos de transporte activo que mueven iones y moléculas pequeñas a través de proteínas transportadoras, el transporte en masa es un proceso que requiere energía (y, de hecho, consume mucha).
Aquí, analizaremos los diferentes modos de transporte en masa: fagocitosis, pinocitosis, endocitosis mediada por receptores y exocitosis.
Endocitosis
Endocitosis (endo = interno, citosis = mecanismo de transporte) es un término general para los distintos tipos de transporte activo que introducen partículas en una célula encerrándolas en vesículas de membrana plasmática.
Existen variaciones de la endocitosis, pero todas siguen el mismo proceso básico. En primer lugar, la membrana plasmática de la célula se invagina (se pliega hacia adentro), formando un bolsillo alrededor de la partícula o partículas objetivo. Entonces, el bolsillo se desprende con la ayuda de proteínas especializadas y atrapa la partícula en una vesícula o vacuola recién creada dentro de la célula.
A su vez, la endocitosis puede subdividirse en las siguientes categorías: fagocitosis, pinocitosis y endocitosis mediada por receptores.
Fagocitosis
La fagocitosis (literalmente “alimentación celular") es una forma de endocitosis en la que se introducen partículas grandes, como células o restos celulares, dentro de la célula. Ya hemos visto un ejemplo de fagocitosis en la introducción de este artículo, ya que este es el tipo de endocitosis utilizada por los macrófagos para engullir un patógeno.