• Asignatura: Castellano
  • Autor: shirlyramossanchez
  • hace 6 años

historia corta que contenga inicio nudo y desenla para niño ​

Respuestas

Respuesta dada por: Anónimo
5

Respuesta:

Inicio

María, Paula y Julia eran tres amigas de doce años cada una. Vivían en un tranquilo pueblo cerca de una pradera. Allí tenían de todo, su escuela, su cine, su biblioteca, sus tiendas para comprar víveres y ropa, y, lo mejor de todo, un hermoso parque donde se reunían día a día a jugar desde que se conocieron a los 7 años.

El parque quedaba a la misma distancia de la casa de cada una, por la que todas caminaban los mismos cien metros para reunirse allí a divertirse en la rueda, en el columpio, en el sube y baja, o simplemente jugar con sus muñecas en el césped.

Nudo

Todo había transcurrido bien durante esos años de amistad. La hora del parque era la más deseada por ellas. Sin embargo, como todo en la vida, ese año ellas entraron en secundaria, y como cada una se había decidido por estudios distintos, sus horarios cambiaron y no pudieron coincidir como antes en su lugar especial.

Con el tiempo pasaron de verse solo tres veces a la semana cuando antes eran siete; luego solo dos veces, y al final ni se veían. Hubo mucha tristeza en sus corazones a raíz de ese alejamiento, pero las nuevas cosas que sucedían en sus vidas hacían que el pesar no fuera tan hondo. Fue así como en un año el parque quedó solo.

Desenlace

El tiempo, sin que las chicas se fijaran, pasó volando. Por cosas de la vida se mudaron del pueblo a estudiar en las distintas universidades que escogieron. Sin embargo, cuando las cosas son muy buenas, se repiten.


Anónimo: es bonito
Anónimo: gracias <3
Respuesta dada por: Anónimo
3

Explicación:

Todas las tardes, al salir de la escuela, los niños jugaban en el jardín de un gran castillo deshabitado. Se revolcaban por la hierba, se escondían tras los arbustos repletos de flores y trepaban a los árboles que cobijaban a muchos pájaros cantores. Allí eran muy felices.

Una tarde, estaban jugando al escondite cuando oyeron una voz muy fuerte.

-¿Qué hacéis en mi jardín?

Temblando de miedo, los niños espiaban desde sus escondites, desde donde vieron a un gigante muy enfadado. Había decidido volver a casa después de vivir con su amigo el ogro durante siete años.

-He vuelto a mi castillo para tener un poco de paz y de tranquilidad -dijo con voz de trueno-. No quiero oír a niños revoltosos. ¡Fuera de mi jardín! ¡Y que no se os ocurra volver!

Los niños huyeron lo más rápido que pudieron.

-Este jardín es mío y de nadie más -mascullaba el gigante-. Me aseguraré de que nadie más lo use.

Muy pronto lo tuvo rodeado de un muro muy alto lleno de pinchos.

En la gran puerta de hierro que daba entrada al jardín el gigante colgó un cartel que decía «PROPIEDAD PRIVADA. Prohibido el paso». . Todos los días los niños asomaban su rostro por entre las rejas de la verja para contemplar el jardín que tanto echaban de menos.

Luego, tristes, se alejaban para ir a jugar a un camino polvoriento. Cuando llegó el invierno, la nieve cubrió el suelo con una espesa capa blanca y la escarcha pintó de plata los árboles. El viento del norte silbaba alrededor del castillo del gigante y el granizo golpeaba los cristales.

-¡Cómo deseo que llegue la primavera! -suspiró acurrucado junto al fuego.

Por fin, la primavera llegó. La nieve y la escarcha desaparecieron y las flores tiñeron de colores la tierra. Los árboles se llenaron de brotes y los pájaros esparcieron sus canciones por los campos, excepto en el jardín del gigante. Allí la nieve y la escarcha seguían helando las ramas desnudas de los árboles.

-La primavera no ha querido venir a mi jardín -se lamentaba una y otra vez el gigante- Mi jardín es un desierto, triste y frío.

Una mañana, el gigante se quedó en cama, triste y abatido. Con sorpresa oyó el canto de un mirlo. Corrió a la ventana y se llenó de alegría. La nieve y la escarcha se habían ido, y todos los árboles aparecían llenos de flores.

En cada árbol se hallaba subido un niño. Habían entrado al jardín por un agujero del muro y la primavera los había seguido. Un solo niño no había conseguido subir a ningún árbol y lloraba amargamente porque era demasiado pequeño y no llegaba ni siquiera a la rama más baja del árbol más pequeño.

El gigante sintió compasión por el niño.

-¡Qué egoísta he sido! Ahora comprendo por qué la primavera no quería venir a mi jardín. Derribaré el muro y lo convertiré en un parque para disfrute de los niños. Pero antes debo ayudar a ese pequeño a subir al árbol.

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