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Las festividades relacionadas con el culto a los muertos, denominadas en México, como: “fieles difuntos, todos santos o simplemente Día de los Muertos”, es una celebración con diversos orígenes y que a lo largo del tiempo, ha sufrido diversas modificaciones, así como transformaciones, enriquecimientos e incorporaciones, hasta devenir en la celebración reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad, por ser tradicional, contemporáneo, viviente y al mismo tiempo, integrador, representativo y basado en la comunidad.
El origen prehispánico de esta celebración, tenía como objetivo poder ofrecer tributos a los dioses con el fin de procurar buenas cosechas, abundancia y bienestar para su población teniendo diversidad de alimentos como frijol, chile, maíz, cacao, calabaza, pulque, telas, textiles, productos de la pesca, caza y recolección. Por lo anterior se puede observar que el origen en tierras mexicanas de la festividad era de carácter práctico, puro y sin procesamientos.
Existen diversos de relatos sobre el pasado prehispánico de México en donde se habla de los sacrificios humanos, el canibalismo y otras prácticas para ofrecer tributo a los dioses. Una de ellas es descrita por Hernández (2016) en donde manifiesta que los mexicas retiraban el corazón de una doncella para impregnarlo con amaranto, una planta sagrada; Nava (2017), expresa que al ofrecerlo a los dioses y dándole una mordida servía para agradecer los dones recibidos.
Este tipo de rituales y prácticas era comunes de los pueblos prehispánicos y permitían al mismo tiempo ser parte de su cosmogonía como de procuración de equilibrio de la población para poder disponer de alimentos suficientes para la creciente población como lo describió Harris (2011) en el cual se ve reflejado el como los elementos alimenticios eran importantes dentro de los aspectos culturales – rituales y sería importante tomar en cuenta este punto para poder observar la contra parte de la festividad proveniente del otro lado del mar.
Todos Santos y de igual manera los Fieles Difuntos, son la celebración que permite recordar a aquellos mártires de la iglesia católica primitiva que murieron por defender sus creencias y al mismo tiempo y durante las fechas mencionadas permite ofrecer culto a aquellos santos que por cuestiones de calendario no “alcanzaron” un día especial de los 365 días del año para ser celebrados; por lo anterior se creó esta ocasión para poderles rendir homenaje a estos importantes personajes.
Esta ocasión de carácter solemne, respetuoso, íntimo y personal, tenía como expresión el ofrecer los respetos, alabanzas, rezos, y agradecimientos mediante velas, flores y otras expresiones. Conforme fue evolucionando la expresión en el tiempo también se adecuaron ciertas costumbres con la intención de recordar y ofrecer honores a los seres queridos que pasaron a la otra vida mediante la limpieza de las tumbas, los rezos, las remembranzas y homenajes.
En este tono, era requerido la posesión de “reliquias” provenientes del mártir o santo para poderle rendir homenaje, siendo muy popular las osamentas, objetos personales, prendas o incluso sangre; sin embargo, los santos y mártires no eran suficientes para satisfacer la demanda de “reliquias” para lo cual, fueron elaborados dulces que recordaran a estos, teniendo como ejemplo los huesos de fraile, que aún son posibles de encontrar en las fechas citadas en España, los cuales consisten en un tipo de mazapán aromatizado con azahar y en forma de hueso, con todo y el tuétano para dar el “aire” de la reliquia. Este es un segundo elemento importante de seguir para poder ver su evolución más adelante.
Con la colonización española, el intercambio de productos, ideologías, religión, filosofía, métodos y conocimientos del nuevo con el viejo mundo, fueron una fusión en la que se podía entre ver, la intensión de evangelizar a los naturales de estas tierras, ya que fueron precisas y diversas las estrategias que resultaron amigables y convenientes, en ciertos casos y en otros más fueron más drásticos.
Mezclar ingredientes de varios lugares es el resultado de tres tradiciones culinarias que se funden y le dan vida: la tradición indígena, que se hizo sentir en las materias primas; el legado español, con los hábitos gastronómicos que trajeron los conquistadores, y por último, la influencia extranjera.
Productos mexicanos como: el cacao, vainilla, guajolote, cacahuates, frijoles, aguacate, maíz, piñas, tunas, al momento de ser presentados al mundo, fueron aceptados por las cocinas locales, transformando las cocinas del mundo entero en todos los aspectos, lo que reafirma que las migraciones y emigraciones tienen un poder importante para el cambio de las tradiciones alimenticias.