DEMOCRACIA: DONDE LA CIUDADANÍA HABLA No hay acción política sin palabra. Cuando en la vida pública no se abre paso un discurso en el que se explicite y articule el sentido de las decisiones por las que se rige, entonces dicha vida deja de ser propiamente política para situarse de suyo en el terreno de la “antipolítica”, de aquello que niega la política como tal, aunque se haya generado desde la política misma como distorsión o perversión de ella. Las dictaduras, como ejemplificación de la política que deviene antipolítica, dan muestras de un puro hacer que no requiere de palabras para dar cuenta de sí –otra cosa son las declaraciones incuestionables o las arengas dirigidas a masas condenadas a obedecer, cuya palabrería hay que clasificarla en el apartado del vocerío irracional–. Las reducciones de la democracia a tecnocracia, donde la voz del pueblo es despreciada para ensalzar la de los expertos, portadores de la única palabra pertinente para la gestión de lo público, constituyen otro caso de alienación de la palabra de una ciudadanía reducida a destinataria pasiva de una actividad de gobierno a la que de suyo no se la puede calificar de acción política. Ésta, como ya fue apreciado por los griegos cuando hablaron de praxis, necesita de la palabra de quienes la protagonizan como sujetos. Es inconcebible una acción política muda. RESPONDE: ¿Qué es anti política? Realiza un dibujo sobre una manifestación de la vida pública. ¿Se podría considerar que las dictaduras son una perversión? ¿Qué es una arenga? Explica la frase “es inconcebible una acción política muda”.
Respuestas
Respuesta:
Las discusiones sobre democracia por mucho tiempo nos volcaron a los procesos electorales, sin embargo, desde hace unos años se ha quedado corto este enfoque y en su lugar se debaten otros esquemas de democracia donde las y los ciudadanos, ejerzan sus derechos civiles y políticos de forma más activa y continua.
La llamada democracia participativa -cuyo enfoque está acompañado de la construcción de instituciones que garanticen el derecho de las personas a participar en los asuntos públicos- rebasa la esfera normativa y debe pensarse desde las prácticas en los gobiernos.
La teoría y el discurso público reconocen las ventajas de la participación ciudadana, sin embargo la realidad, al menos en México, nos muestra un camino lleno de obstáculos para su ejercicio. El principal reto consiste en que se pretende impulsar la participación en un contexto adverso a la apertura gubernamental en donde prevalecen estructuras autoritarias y cerradas.
La ambigüedad del concepto no abona a la construcción de un entendimiento común y con él, a una apuesta compartida sobre la forma en la que debe impulsarse. Participación ciudadana sigue siendo abordada, en muchos casos, únicamente como mecanismos de democracia directa como el referéndum, plebiscito y consultas ciudadanas, – instrumentos que han tenido limitada aplicación en el desarrollo democrático de nuestro país y que se evidencia en la escasez de su uso -.
Si bien los mecanismos de democracia directa pudieran abonar hacia la consolidación de nuestra incipiente democracia, es importante apostarle a una participación de largo aliento en donde la intervención de la ciudadanía se realice en torno a la toma de decisiones y con objetivos claros.
El para qué de la participación ciudadana es relevante y no tiene por qué ser unívoco. La participación puede ser una forma de caminar hacia la garantía de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales; también puede ser una forma de controlar a los gobiernos, evitar el clientelismo político y disminuir la corrupción; y puede ser una forma de construcción de políticas efectivas y legítimas, que atiendan los intereses de un grupo más amplio de ciudadanos.
Desde la exigencia de espacios y el ejercicio de derechos debe alzarse una demanda por procesos participativos que impacten la toma de decisiones, porque ejercer la ciudadanía va más allá de votar y leer las noticias, implica un involucramiento continuo en el espacio público.
Las organizaciones de la sociedad civil cada día buscamos abrir espacios en el gobierno, sin embargo la participación ciudadana no debe entenderse como la apertura de una pequeña rendija en el devenir político, debe entenderse como la creación de espacios de genuino cambio en donde las relaciones de poder se transformen y se abone hacia la democratización del Estado.
Explicación: