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Explicación:Eliade estudia en este volumen el concepto de realidad en las sociedades indoeuropeas denominadas primitivas y arcaicas. El autor parte del principio que en estas sociedades un objeto o gesto no es real porque repita una acción efectuada in illo tempore (es decir, en una época mítica, original), sino que adquiere sentido porque el ritual, que se refiere a un arquetipo, se lo entrega por medio de una función o una fuerza sagrada. Solo aquello que es sagrado es real. Por consiguiente, todo aquello que no esté inmerso en el marco de un rito arquetípico no existe. Este mismo fenómeno aparece en la geografía y, particularmente, en la ubicación de los templos: estos también se deben relacionar con un lugar sagrado, con un modelo celeste que es anterior a ellos.
Toda la vida de un hombre no repite un acto primordial. Bajo el mismo principio, numerosos lugares no poseen un modelo celeste: están fuera del Cosmos y pertenecen entonces al Caos. En este sentido, no tienen una existencia real, pues el Caos precede a la Creación del Cosmos. Sin embargo, un lugar se puede volver sagrado cuando se "se realizan ritos que repiten simbólicamente el acto de la Creación" (p. 10). Esta ocurrió en un lugar donde se encuentran el cielo y la tierra: el Centro del mundo. Así, toda creación humana que se relaciona con la cosmogonía se vuelve por su parte un Centro, ya que repite la Creación. Según esta lógica, el hecho de que un templo se encuentre en el Centro no impide que los otros santuarios también se encuentren allí.
De la misma manera, un lugar se debe consagrar si se desea volverlo real. Se efectúa de esta forma un sacrificio cosmogónico. «Por la paradoja del rito, todo espacio consagrado coincide con el Centro del Mundo, así como el tiempo de un ritual cualquiera coincide con el tiempo mítico del “principio”» (p. 17). Así, el tiempo de un ritual se proyecta en el tiempo mítico.
Ciertas actividades han experimentado lo que Eliade denomina como "un largo proceso de desacralización". Por ejemplo, aquí se puede citar la danza, la guerra e incluso la ley. Estas en la actualidad han perdido su carácter sagrado, a pesar de que cada una tiene un prototipo mítico.
Un acto no adquiere un sentido hasta que repite un arquetipo. Este acto se vuelve sagrado, lo que lo vuelve real. Sin embargo, ¿qué ocurre con la realidad del hombre? Esta no es real hasta que él se adentra en esta esfera sagrada que es accesible gracias al rito. El resto de su vida realmente no tiene importancia. De este modo, si la época en la que vive está desprovista de sentido, aparece el problema de la Historia.
No obstante, algunos mecanismos permiten sacralizar eventos, arrancándolos del tiempo profano. Existen ejemplos de personajes históricos, como Dieudonné de Gozon, cuyas hazañas se han interpretado en medio de un mito. A pesar de ser esencialmente imaginarias, sus acciones quedaron registradas en la memoria colectiva e hicieron olvidar rápidamente al verdadero personaje.