• Asignatura: Biología
  • Autor: anahernandezlopez
  • hace 7 años

2 diferencias sociales, 2 culturales y 2 biológicas de tlaxcala y de puebla

Respuestas

Respuesta dada por: Moon1309
1

Respuesta:

En este artículo se indaga acerca de los nexos que existen entre género, economía, sociedad y política en el mundo semirural del estado de Tlaxcala, México. La autora propone la pertinencia del concepto de género porque en los datos etnográficos encontró que aparecían recurrentemente una gran variedad de prácticas sociales sustentadas en los roles y papeles del hombre y la mujer, así como la relación entre ambos; también observó que la figura masculina predominaba en dichas prácticas en Tlaxcala. Por estas razones se parte de una perspectiva de género que ha sido consecuencia del propio proceso de investigación para analizar el ordenamiento social a partir de las nociones de patriarcado -sistema sexo/genérico- como modelo lógico que permite entender cómo esta sociedad se organiza y se estructuran una serie de prácticas y espacios culturales.

Explicación:

Reconsiderando la relevancia que ponen las feministas contemporáneas de que la categoría de género responde más a un fenómeno cultural que biológico, nos inclinamos a considerar dicho concepto como una dimensión de la cultura, la ideología o los símbolos (González citada en Cruz y Ravelo, 2004: 2).

El valor de analizar al hombre y a la mujer como categorías o construcciones simbólicas reside en poder identificar aquellas expectativas y valores que una cultura concreta asocia al hecho de ser varón o hembra. Este tipo de análisis ofrece indicadores sobre la conducta ideal de hombres y mujeres en sus respectivos papeles sociales, que pueden compararse con el comportamiento y las responsabilidades reales de los sexos (Moore, 1991: 30).

Pero ¿a qué nos referimos cuando nos concentramos en las construcciones simbólicas? Al respecto, Gilberto Giménez señala:

[...] la ideología forma parte de una familia de conceptos globalizantes —como cultura, mentalidades, imaginarios sociales, etcétera— que tienen por referente común el ámbito de lo simbólico, un ámbito de por sí rebelde a la aprehensión conceptual y susceptible de los más diferentes enfoques. De ahí la enorme diversidad de concepciones, maneras de abordar y definiciones, diversidad adicionalmente alentada por su fuerte connotación política y polémica (Giménez, 1988: 13).

Observemos que tan sólo hace cuatro décadas, según Kroeber y Kluckhohn (1963) existían por lo menos 139 definiciones de cultura, y tal diversidad aún puede confirmarse en textos recientes (Giménez, 2005 y 1987; Kahn, 1975; Rossi y O'Higgins, 1981); sin embargo, los debates contemporáneos más que decantar la discusión han incorporado nuevas circunstancias que fomentan otras visiones de la cultura, como la posmoderna (Harvey, 1998).

Pese a tales dificultades uno debe inclinarse por una definición, puesto que ésta permite orientar el estudio y el análisis, así como obtener un material seleccionado de manera rigurosa y sistemática. Por esto, nosotros entenderemos como cultura al acomodamiento de partes distintas (objetos, costumbres e ideas) que son imitadas y anuladas, construidas y remodeladas en respuesta a presiones internas y externas (Wolf, 1982 y 1987), aun cuando dichas partes se ubican en contextos y procesos sociohistóricos específicos (Thompson, 1993: 149-161; Wolf, 1999). Esto contribuye a pensar la(s) cultura(s) como procesos dinámicos y no necesariamente integrados de modo permanente, ya que se constituyen coexistiendo con otros grupos y sociedades, y por ello las fronteras son porosas y móviles (Ytuarte-Núñez, 2000 a,b).

Desde nuestra perspectiva, considerar los roles y relaciones entre los sexos como segmento de la cultura implicaría que los objetos, ideas y costumbres de la cultura estuviesen también marcados en relación con las ideas apropiadas que se estipulan sobre los papeles de ser varón y hembra.

Si bien nuestra definición de cultura corresponde al orden de lo descriptivo, el concepto de ideología lo connotamos como valorativo al precisarlo como un "discurso movilizado al servicio del poder" (Thompson, 1993: 7; sobre ideología revisar Giménez, 1987 y 1988; como un ejemplo de las ideas en la prensa véase Ytuarte, 1993: 11-15). Este discurso, al igual que la cultura, "construye o co-constituye objetos y experiencias" (Giménez, 1988: 20; 1978); por lo cual se hace necesario "preguntarse cómo y por qué cambian las ideas; cómo se imponen las ideologías, cómo tales ideas fijan los límites de la conducta y definen el significado de la experiencia [...] preguntas a las que se [han] enfrenta[do] los historiadores de la mujer" (Scott, 1992: 64). Importa especialmente cuando las ideas constitutivasvas de los géneros se correlacionan con el poder. Ahora bien, qué podemos incorporar en la cultura e ideología como atributos de género o viceversa. Vayamos un poco a la historia y las propuestas que las feministas han considerado como aquellos elementos (objetos, costumbres e ideas) pertinentes para el estudio de los géneros.

Preguntas similares