• Asignatura: Castellano
  • Autor: daniela695190
  • hace 7 años

Escribe tu opinión acerca de lo
1. ¿Cómo caracterizarías a Agustina, teniendo en
cuenta lo que los otros personajes piensan de
ella?​


bettyjeri: ponme mejor respuesta por faaa c:

Respuestas

Respuesta dada por: bettyjeri
32

Respuesta: Por el vocabulario con el que se expresan los personajes, el contexto debe estar entre finales del siglo 19, principios del 20. Deben estar en medio de algún régimen opresivo, posiblemente dictatorial, en donde ocurren ese tipo de eventos, como esconder a los que luchan contra las dictaduras, una solidaridad extrema y la presencia de personas que fungen de informantes, bien sea por dinero o por creencia en el régimen.

Respuesta dada por: lizarazobuitrago13
4

Respuesta:

El coche de Agustina había partido ya, y aún duraba en el salón de Amalia el silencio. Amalia fue la primera que lo rompió, mirando a todos, y preguntando con admiración:

--Pero ¿qué especie de mujer es ésta.?

--Una mujer que se parece a ella misma – dijo madame Dupasquier.

--¿pero ¿qué le hemos hecho? –preguntó Amalia - ¿A qué ha venido a esta casa, si debía ser, para mortificar a cuantos en ella había?

--¿Ah, prima mía! ¡Todo nuestro trabajo está perdido; esta mujer ha venido intencionalmente a tu casa; ha debido tener alguna delación, alguna sospecha sobre Eduardo, ¡y desgraciadamente acaba de descubrirlo todo!

--¿Qué, ha descubierto?

--Todo, Amalia; ¿crees que fue casual el oprimir el muslo izquierdo a Eduardo? --¡ah! –exclamó Florencia -, ¡sí, sí, ella sabía de un herido en el muslo izquierdo!

--Las señoras y Eduardo se miraron con asombro. Daniel prosiguió tranquilo con la misma gravedad.

--Cierto, esa era la única seña que tenía del escapado en los asesinatos del 4 de mayo. Ella no ha venido a este caso sin; algún fin siniestro. Desde el momento de llegar examinó a Eduardo de pies a cabeza

solo a él se ha dirigido, y cuando comprendió   que todos le cortábamos la conversación quiso, de un solo golpe, descubrir la verdad, y buscó el miembro herido para descubrir en la fisonomía de Eduardo el resultado. Solo el demonio ha podido inspirarle tal idea, y ella va convencida de que, solo habiendo oprimido una herida mal cerrada, ha podido originar en Eduardo la impresión que le hizo, y que ha devorado con placer.

--Pero ¿quién ha podido decírselo?

--No hablemos de eso, mi pobre Amalia. Yo tengo perfecto conocimiento de lo que acabo de decir, sé que ahora estamos todos sobre el borde de un precipicio. Entretanto, es necesaria una cosa en el momento.

--¿Qué? –Exclamaron todas las señoras, que estaban pendientes de los labios de Daniel.

--Que Eduardo deje esta casa inmediatamente y venga conmigo.

--¡Oh, no! –exclamó Eduardo, levantándose iluminados sus ojos por un relámpago de altivez. -No –prosiguió-. Alcanzo toda malignidad de esa mujer; pero por lo mismo me creo descubierto, y debo permanecer en esta casa.

--Ni un minuto –le contestó Daniel con aplomo.

--¿Y ella, Daniel? –replicó Eduardo.

--Ella no podrá salvarte.

--Sí, pero puedo libertarla de una ofensa.

--Y se perderán los dos.

--No, me perdería yo solo.

--De ella me encargo yo.

--Pero ¿vendrán aquí?  -preguntó Amalia mirando a Daniel.

--Dentro de dos horas o una quizá.

--¡Ah, Dios mío!, sí, Eduardo, váyase usted, se lo ruego –dijo Amalia aproximándose al joven.

--Sí, con nosotros viene usted, - Eduardo dijo la bellísima y tierna criatura.

--Mi casa es de usted, Eduardo, mi hija ha hablado por mí –agregó madama Dupasquiere.

--¡Por Dios, señoras! No. Solo por el honor, debo permanecer al lado de Amalia.

--No aseguró -dijo Daniel –que ocurra alguna novedad esta noche, pero lo temo y, para ese caso, Amalia no estará sola, dentro de una hora yo estaré a su lado.

--Amalia puede venir con nosotros –dijo Florencia.

--No, debe quedarse aquí, y yo con ella –replicó Daniel-; no perdamos tiempo; toma, Eduardo, ven con nosotros.

--No.

--¡Eduardo! Es la primera cosa que pido a usted en este mundo; entréguese a la dirección de Daniel por esta noche, y mañana nos volveremos a ver, cualquiera sea la suerte que nos depare Dios.

--Los ojos de Amalia. al pronunciar estas palabras, húmedos por el fluido de su sensibilidad, tenían una expresión de ruego tan tierna y melancólica, que la energía de Eduardo se dobló ante ella, y sus labios apenas modularon dos palabras:

--Bien: iré.                                                                                        

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