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El día que el hombre tuvo alas
Cuando Adam era joven, contemplaba el cielo a través de su ventana, con una mirada anhelante.
Las aves surcaban el cielo, barriendo con sus hermosas alas las nubes, y detrás de ellas, se alzaban con gran majestuosidad las ciudades flotantes.
“¿Algún día seré capaz de visitarlas,” solía preguntarse, suspirando con pesadez.
Su padre, un gran inventor, se propusó ayudarlo a cumplir su sueño, pues curiosamente, ambos compartían el mismo anhelo. Adam y su padre trabajaron en una pequeña carreta con alas retráctiles a sus lados, las cuales hicieron de un fino metal y muchas, pero muchas plumas de aves.
Ese verano, a pesar del calor del sol, todas las gallinas del pueblo pasaron frío. Y cualquier pato desafortunado que no fuera lo suficiente precavido.
Un día, con el sol en lo alto y una suave brisa, el dúo de padre e hijo puso a prueba su invento.
Subieron una de las colinas más altas del pueblo, y bajaron a toda velocidad montados sobre la carreta. A mitad del camino, con una grandes sonrisas de expectativa, extendieron las alas, que aletearon al aire haciendo danzar los millones de plumas blancas, negras y de todos los colores.
Ese día, aunque todos lo creyeron imposible, aunque todos se burlaron del dúo. Ese día, fue ese día cuando el pueblo completo quedó boquiabierto, señalando las dos figuras en el cielo.
En el fondo, se escuchó a un gallo cantar su serenata matutina.
Adam se frotó los ojos y bostezó, desperezándose en su cama. Entonces, sus ojos se abrieron de golpe y salió corriendo de su habitación, trastabillando por todo el corredor hasta que llegó a la habitación de su madre, donde saltó sobre la figura durmiente en la cama.
─¡Mamá, mamá!
—¿qué? ¿Adam? —la mujer masculló desubicada, con el niño saltando sobre ella—. ¿Qué pasa, hijo?
—¡Tuve un gran sueño! ¡Soñé que yo y papá volamos a las ciudades en el cielo!
La mujer lo miró sorprendida, y entonces sonrió con tristeza. Se sentó en la cama y acunó a su hijo entre sus brazos.
—¿Y cómo lo hicieron, cariño?
—¡Construimos una carreta con muchas alas de todo tipo de aves y subimos a la montaña mááááás alta!
la mujer se rió suavemente.
Sus ojos se deslizaron a la foto de su esposo, una vieja foto de un joven soldado sonriendo a la cámara, con una boina debajo de su brazo, y detrás de él un viejo helicóptero.
Entonces el niño se apoyó sobre su madre, en silencio. La mujer apoyó su barbilla sobre la coronilla del pequeño.
—¿Qué sucede?
—… extraño a papá.
La mujer sonrió tristemente, palmeando la espalda del niño.
—Yo también hijo, yo también —dijo con voz temblorosa—. Pero papá siempre está con nosotros, cuidandonos desde las ciudades en el cielo.
Explicación:
el dia qje em hombre tubo alas