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Este relato trata acerca de esta fiesta que tuvo lugar en la “Quinta Victoria”, llamada así por doña Victoria Tristán de Echenique, prima hermana de Flora Tristán y esposa del entonces Presidente de la República Gral. Rufino Echenique. Además, nos permite conocer detalles singulares de la historia de La Victoria, tanto más valiosos si consideramos que el distrito recién sería fundado durante el segundo gobierno de Augusto B. Leguía el 2 de febrero de 1920.
La detallada descripción de los suntuosos detalles de la gran fiesta a la que acudieron ministros de Estado, cuerpo diplomático, vocales de la Corte Suprema y otras selectas autoridades y personalidades de la sociedad limeña ha cautivado la imaginación popular. Asistieron 1,000 caballeros y 239 señoras y señoritas. En los espaciosos salones resaltaban alfombras de Flandes, vistosos aparatos de iluminación, exquisito mobiliario y se lucían pinturas originales de Velásquez, Murillo y el Españoleto; así como del reconocido pintor nacional Ignacio Merino quien había sido recientemente premiado en París.
Animaron el baile interpretando sus arias las reconocidas cantantes de la compañía de ópera italiana Clotilde Barilli y Elisa Biscaccianti. La primera cantó Il bacio de Arditti. La magnífica orquesta de Teatro estuvo dirigida por el maestro César Lietti y cuando los músicos tenían necesidad de reposo eran reemplazados por las bandas militares de la Artillería y del batallón Granaderos. Quizá lo más espectacular de aquella velada fue la exhibición de alhajas.
Las señoras de la antigua aristocracia colonial no dejaron nada en el cofre de la familia y portaron joyas de plata. Pero las damas de la reciente oligarquía del guano, las “nuevas ricas” de la época, las eclipsaron por el lujo de sus vestidos y por lo vistosas de sus alhajas engarzadas en oro. Como dama de alcurnia, hija del denominado último Virrey don Pío Tristán, la anfitriona doña Victoria lució con serena altivez solamente alhajas engarzadas en plata.
Nos sigue contando Palma detalles del lugar del sarao: en el centro del patio se alzaba un soberbio pino de Australia, bajo cuya protección, después de bailado en uno de los salones, antes de las once, venían a tomar asiento muchas señoras, convirtiendo en salón el muy pintoresco patio. En este patio, después de las doce, empezó a reinar mas animación que en los salones, donde también se agitaban las parejas.
A cargo del muy surtido bar, estuvo Marcenaro, famoso dulcero italiano de la época, que tenia un establecimiento muy conocido en la calle de Espaderos donde vendía unas empanadas y pastelitos deliciosos que los concurrentes apuraban con una copa de Jerez como aperitivo.
A la una de la madrugada hubo media hora de reposo en el baile. Pocos bailarines monopolizaban a una pareja, todos bailaban con todos. No se supo que en medio de tanta gente se suscitara algún problema, como es común cuando el alcohol trepa al cerebro. La única nota discordante la dio una señora que se negó a bailar con un capitancito, al considerar que no corría suficiente sangre azul por sus venas. al saberlo el Presidente, llamo al oficial y se dirigió con el al asiento en que se hallaba su esposa y le dijo: Victoria, baila con el señor capitán. La quisquillosa dama se retiro a poco del baile.
Desde las tres de la madrugada empezó la cena para doscientos cuarenta cubiertos, renovándose el servicio tres veces mas. Con el amanecer se bailo el cotillón, que puso termino al mas esplendido de los bailes que hasta esa fecha se habían dado, desde la Lima del Virreinato hasta la de los republicanos presidentes.
Tanta resonancia tuvo este baile en todo el país que, como consecuencia de él, debido seguramente al derroche y exceso de lujo mostrado, que aparecía un insulto a la pobreza general del país se desató, según afirma Palma, la guerra civil. Castilla se levantó en armas y venció finalmente al general Echenique, esposo de doña Victoria, en la batalla de La Palma, en enero de 1855.
Espero te sirva, ponle la coronita cuando puedas.