Respuestas
Respuesta:
El señor Puk era muy rico. Superriquísimo. Tenía depósitos llenos de monedas. Monedas de oro, de plata, de níquel. Monedas de quinientas, de cien, de
cincuenta. Quintales y toneladas de monedas y billetes de todas clases y de todos los países.
El señor Puk decidió hacerse una casa.
–La haré en el desierto, lejos de todo y de todos. La
construiré con mi dinero. Usaré mis monedas en
vez de piedras, ladrillos, madera y mármol.
Llamó a un arquitecto para que le diseñara la casa.
–Quiero trescientas sesenta y cinco habitaciones
–dijo el señor Puk–, una para cada día del año. La
casa debe tener doce pisos, uno por cada mes del
año. Y quiero cincuenta y dos escaleras, una por cada semana del año. Hay que hacerlo todo con las
monedas, ¿comprendido?
–Harán falta algunos clavos…
–Nada de eso. Si necesita clavos, coja mis monedas
de oro, fúndalas y haga clavos de oro.
–Harán falta tejas para el techo…
–Nada de tejas. Utilizará mis monedas de plata; obtendrá una cobertura muy sólida.
El arquitecto hizo el diseño y se inició la construcción.
Todas las noches, el señor Puk registraba a los albañiles para asegurarse de que no se llevaban algún
dinero en el bolsillo o dentro de un zapato. También
les hacía sacar la lengua por si escondían alguna
moneda en la boca.
Cuando se terminó la construcción, el señor Puk se
quedó solo en su inmensa casa en medio del desierto, en su gran palacio hecho de dinero. Había dinero
bajo sus pies, dinero sobre su cabeza, dinero a diestra y siniestra, delante y detrás, y adonde fuera, a
cualquier parte que mirara, no veía más que dinero.
Hasta los marcos y los cuadros estaban hechos con
monedas.
Cuando el señor Puk subía las escaleras, reconocía
las monedas que pisaba sin mirarlas, por el roce que
producían sobre la suela de los zapatos. Y mientras
subía con los ojos cerrados, murmuraba: «De Rumanía, de la India, de Indonesia, de Islandia, de Ghana,
de Japón, de Sudáfrica…».
Para dormirse, el señor Puk hojeaba libros con billetes de banco de los cinco continentes, cuidadosamente encuadernados. El señor Puk no se cansaba
de hojear esos volúmenes, pues era una persona
muy instruida.
Una noche, precisamente cuando hojeaba un volumen del Banco del Estado australiano, el señor Puk
encontró un billete falso.
–¿Cómo habrá llegado hasta aquí? ¿Habrá más?
El señor Puk se puso a hojear rabiosamente todos
los volúmenes de su biblioteca y encontró una docena de billetes falsos.
–¿No habrá también monedas falsas rodando por la
casa? Tengo que mirar.
Y así empezó a deshacer toda la casa, en busca de
monedas falsas. Empezó por el tejado y luego siguió
hacia abajo, un piso tras otro. Cuando encontraba
una moneda falsa, gritaba:
–La reconozco, me la dio aquel bribón.
Poco a poco, el señor Puk desmontó toda su casa.
Luego se sentó en medio del desierto, sobre un montón de ruinas. Ya no tenía ganas de reconstruir la
casa. Pero como tampoco le apetecía abandonar su
dinero, se quedó allí arriba, furioso. Y de estar siempre encima de su montón de monedas se fue haciendo cada vez más pequeño, hasta que se convirtió en una moneda, en una moneda falsa. Y aún hoy,
cuando la gente acude a apoderarse de las monedas, a él lo tiran en medio del desierto.
GIANNI RODARI
C
Explicación:
Respuesta:
El señor Puk era muy rico. Superriquísimo. Tenía depósitos llenos de monedas. Monedas de oro, de plata, de níquel. Monedas de quinientas, de cien, de cincuenta. Quintales y toneladas de monedas y billetes de todas clases y de todos los países.
–dijo el señor Puk–, una para cada día del año. La casa debe tener doce pisos, uno por cada mes del año.
–Nada de eso.
–Nada de tejas. Utilizará mis monedas de plata; obtendrá una cobertura muy sólida.
El arquitecto hizo el diseño y se inició la construcción.
Todas las noches, el señor Puk registraba a los albañiles para asegurarse de que no se llevaban algún dinero en el bolsillo o dentro de un zapato. También les hacía sacar la lengua por si escondían alguna moneda en la boca.
Cuando se terminó la construcción, el señor Puk se quedó solo en su inmensa casa en medio del desierto, en su gran palacio hecho de dinero. Había dinero bajo sus pies, dinero sobre su cabeza, dinero a diestra y siniestra, delante y detrás, y adonde fuera, a cualquier parte que mirara, no veía más que dinero.
El señor Puk se puso a hojear rabiosamente todos los volúmenes de su biblioteca y encontró una docena de billetes falsos.
–¿No habrá también monedas falsas rodando por la casa? Tengo que mirar.
Y así empezó a deshacer toda la casa, en busca de monedas falsas. Empezó por el tejado y luego siguió hacia abajo, un piso tras otro. Cuando encontraba una moneda falsa, gritaba:
–La reconozco, me la dio aquel bribón.
Poco a poco, el señor Puk desmontó toda su casa.
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