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Respuesta:La obra De los delitos y de las penas fue escrita en el año de 1764, o sea
hace ya más de 200 años y, como obra vieja que es, muchos se pueden sentir
tentados a desechar su estudio, pues piensan que en tantos años las situaciones
que en última instancia la engendraron, ya han sido superadas. ¡ Vana ilusión! ¿Se
ha superado la pena de muerte? ¿Se ha superado la tortura? ¿Se ha humanizado
el sistema penal tanto en el procedimiento como en la ejecución de la sanción?
Si nos acercamos a nuestra dura realidad, dolorosamente hemos de reconocer que
muy poco o nada se ha logrado avanzar en 200 años: al menos en lo que respecta
a Latinoamérica la pena de muerte es de inusitada frecuencia; pero no se trata
de que ella se reconozca como legítima en las constituciones políticas o en los
códigos: al fin y al cabo lo decisivo no es lo que la ley diga sino la forma como
las cosas ocurren desde el punto de vista material. Y en este sentido duele la realidad
nuestra: la pena de muerte es ejecutada a diario, ora como manifestación de la
violencia institucionalizada desde el mismo EstadoI, ora por grupos políticos de
tendencias diversas en teoría pero iguales o semejantes en la práctica de la barbarie.
• Profesor titular de Derecho Penal en la Universidad de Antioquia.
1 Aunque es cierto que la Constitución Política colombiana prohíbe de manera expresa la pena
de muerte, su permisión se ha colado a veces revestida con el manto de la legalidad. Ejemplo de ello
es el decreto 70 de 1978, según el cual se presumía que las muertes ejecutadas por las fuerzas oficiales
"cuando intervengan en operaciones planeadas para prevenir o reprimir los delitos de extorsión y secuestro, y producción, procesamiento y tráfico de estupefacientes" eran justificadas por la legítima defensa.
Amparados por la legalidad, se justificaron muchos desmanes, como lo demostró con seriedad el profesor
DARío ARCILA ARENAS en su artículo "Las nuevas causales de justificación del hecho y los derechos
y las garantías sociales", en Nuevo Foro Penal, núm. 17, Bogotá, Edit. Temis, 1983, págs. 19 a 75.