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Los huacos retrato, son parte de los vestigios moche más estudiados por arqueólogos e historiadores. También son llamados “cabeza-retrato” y habrían sido hechos con fines ceremoniales. Lo último se justifica en la forma del cuello que poseen, mismo que se abre sobre la parte superior de la pieza y que es propio de las ceremonias funerarias de esta cultura.
Para Larco Hoyle (parafraseado por Woloszyn en Los rostros silenciosos), los huacos retrato de la cultura mochica presentan cinco fases estilísticas. Según el historiador, la técnica se perfecciona y la producción aumenta entre la fase III y IV de la cultura Moche.
Según estudios, estas piezas serían representaciones de personajes influyentes de la población moche. Cabe mencionar que en ellos se observan formas variadas, que incluyen motivos zoomorfos, fitomorfos, además de representaciones sexuales, bélicas, etc.
Según Berniere, aunque las vasijas ceremoniales también han sido encontradas en áreas domésticas, es en el contexto funerario donde abundan. Se trata de una ofrenda mortuoria hallada tanto en tumbas modestas, como en las más prestigiosas. Para la autora estas piezas eran la forma como los moche expresaban la identidad social del difunto, así como sus creencias (y las de sus semejantes) en torno a la muerte.
El fin ceremonial de los huacos retrato moche, también fue sustentado por Julio C. Tello, quien identificaba estas piezas como una representación de los antepasados fallecidos. Como tales, no podían ser de uso diario, sino figuras cargadas de misticismo y objetos de culto (Woloszyn,2008).
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