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Resumen
Este trabajo pretende entender el proceso de centralización del poder y construcción del Estado en
El Salvador durante el último tercio del siglo XIX, a partir de las relaciones entre el poder central
— léase Ejecutivo — y el poder local representado por las municipalidades. En la primera parte se
da un panorama general del contexto histórico del periodo y luego se estudian aspectos puntuales
de las “reformas liberales” que muestran de qué manera estas afectaron a las municipalidades.
Para ilustrar esos cambios se estudiarán las milicias locales, los mecanismos de control sobre el
poder municipal, las implicaciones municipales de la privatización de ejidos, finalizando con los
esfuerzos de las municipalidades por defender su autonomía y obtener mayores recursos.
Las reformas y la consolidación del Estado (1871-1890)
Este periodo es el más estudiado por la historiografía salvadoreña. Se le caracteriza por ser la
época de las reformas liberales, las cuales se consideran como la culminación del proceso de
centralización del poder y de consolidación del Estado. Generalmente este periodo se prolonga
hasta finales del XIX e incluso hasta el levantamiento de 1932, al cual se ha visto como la
manifestación de la crisis del estado liberal salvadoreño.
Si se acepta la tesis de que este periodo marca la consolidación del estado salvadoreño
debe reconocerse que esta se dio en condiciones muy peculiares. En dicho periodo el país fue
gobernado por los siguientes presidentes: Santiago González (abril de 1871 a enero de 1876);
Andrés Valle (febrero-abril de 1876); Rafael Zaldívar (mayo de 1876 a mayo de 1885); Fernando
Figueroa (mayo a junio de 1885); y Francisco Menéndez (junio de 1885 a junio de 1890). En
realidad, los importantes fueron González, Zaldívar y Menéndez. Los tres lograron concluir
su periodo constitucional sin mayores sobresaltos, pero no superaron la prueba del relevo
presidencial.
De hecho, buena parte de la inestabilidad política del periodo se originó precisamente en
la propensión de esos mandatarios a mantenerse en el poder, ya fuera reeligiéndose o arreglando
la sucesión presidencial para conservar su influencia y dominio. El único que tuvo éxito con
la primera modalidad fue Zaldívar, que se valió de amañadas reformas constitucionales y de
elecciones convenientemente arregladas para gobernar por nueve años. González y Menéndez
intentaron la segunda vía, pero fracasaron cuando los sucesores que intentaron imponer no fueron
aceptados y terminaron derrocados. Es decir, la consolidación liberal en el poder no implicó