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Respuesta: Egipto fue una próspera sociedad agrícola nacida en torno al Nilo, cuya economía estaba determinada por un fenómeno geográfico único y completamente predecible vinculado a él (todos los años y en la misma fecha, el río se desbordaba e inundaba y fertilizaba las riveras que después eran cultivadas) y que destaca por haber dispuesto de una gran estructura casi empresarial para la gestión de la producción en esas condiciones tan particulares. Dentro de esa estructura, la labor de gestión recayó sobre una clase conocida como ‘la nobleza’, que hoy podríamos equiparar a la clase directiva de una gran empresa puesto que sus funciones eran similares en cuanto a la administración y gestión eficiente de una entidad”.
Así se manifestaba José Ramón Pérez-Accino, profesor experto en Egiptología de la Universidad Complutense de Madrid, en relación a la compleja organización administrativa y económica de una de las civilizaciones más longevas que han existido sobre nuestro planeta, durante la conferencia “Los consejos de administración en el antiguo Egipto” organizada por Ackermann International, firma global especializada en Executive Search, Selección y Consultoría de Recursos Humanos. Esta conferencia “Los consejos de administración en el antiguo Egipto” es el primer encuentro celebrado dentro del ciclo “Historia y Directivos” que Ackermann International ha diseñado con el objetivo de ofrecer a los directivos aprendizajes extraídos de la historia para aplicar en el presente y el futuro del management.
Durante su intervención, el experto egiptólogo explicó cómo la dinámica económica en el antiguo Egipto estaba articulada alrededor de la figura del faraón y era llevada a la práctica a través de “una red administrativa y una burocracia tremendamente eficientes”. “Faraón deriva de la palabra egipcia ‘par-o’, que significa ‘casa grande’ o ‘casa de casas’. En Egipto la unidad económica, de producción y de organización social es la casa, entendida ésta con el concepto de hacienda (casa+campos). Estas casas formaban parte de un sofisticado entramado económico que confluía, en el último nivel, en la máxima institución, es decir, la ‘casa de casas’ o faraón”, destacó Pérez-Accino. “A su vez –añadió-, las casas o haciendas eran gestionadas por miembros de la nobleza. Sobre ellos recaía la responsabilidad de la producción y administración de las cosechas, la principal fuente de riqueza. Manejaban expectativas de producción, gestionaban la producción, elaboraban informes, inventarios, recaudaban los impuestos del estado (parte de la producción...), administraban excedentes… Realmente eran los que llevaban las riendas del estado y sus tareas no diferían mucho de las de un directivo actual…”.
Respecto a cómo eran designados esos nobles, José Ramón Pérez-Accino indicó que “cualquier cargo del Estado, fuera religioso o civil, llevaba anejo la responsabilidad de administración de una serie de propiedades o haciendas”, y ante la cuestión de cómo eran compensados, qué recibían estos ‘directivos’ a cambio de su buen desempeño, el profesor señaló: “Egipto nunca tuvo moneda. Durante 3.000 años operaron sencillamente con una serie de equivalentes y trueques con el grano de cebada como base, así que podemos decir que el dinero crecía en el campo. No existía, por tanto, la retribución monetaria, pero sí el quid pro quo. La sociedad egipcia estaba basada en la idea de que el mundo divino no habitaba la tierra y que el modo de acceso a la divinidad era a través del servicio, la lealtad, la obediencia y amor al monarca y al sistema. El noble que cumplía con su responsabilidad y ofrecía un buen desempeño, recibía lo que le correspondía a cambio: los honores, el rango, el favor del monarca… Y, sobre todo, el acceso al más allá. Una de las características definitorias de la clase de la nobleza es el hecho de que tenían acceso al más allá, regalo que solo el monarca tenía poder de conceder. Este era el gran premio que recibían a cambio de una vida dedicada al servicio; la pensión que les concedía el monarca al final de su vida”.
Pérez-Accino concluyó su exposición mencionando otro aspecto interesante que nos dejó la cultura egipcia y es la abundancia de textos en los que se expresan las aspiraciones de estos nobles directivos para conseguir la excelencia en sus funciones y los consejos que brindan a quienes quieran seguirlos porque, “como de ellos se transmite, nadie nace sabiendo, nunca se alcanzan los límites de la perfección y siempre se puede aprender algo”. Entre todos ellos, destacó “Las enseñanzas de Ptahhotep” y una de las máximas recogidas en él que podemos seguir aplicando hoy a la gestión de equipos y empresas: “Grande es el grande cuyos grandes son grandes
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