Respuestas
Respuesta:
En 1946, las movilizaciones ciudadanas cobraron características hasta entonces pocas veces vistas en el Paraguay. Fueron una innovadora forma de participación política en el marco de una aparente apertura democrática.
Pero aquellas protestas convulsionaron el ambiente y no condujeron a la normalización institucional tan reclamada por la sociedad paraguaya. Así, esta Primavera Democrática fue un antecedente de la revolución civil de 1947.
Desde que el Gral. Higinio Morínigo asumió la Presidencia de la República en 1940, la población se mantuvo expectante de ver los resultados de su promocionada Revolución Nacional Paraguaya.
Pero ésta "revolución", impregnada de los ideales totalitarios de varios hombres clave del régimen moriniguista, seguía sin convencer a la clase política que pretendía reconducir al país hacia una democracia real.
En 1946, quedó en evidencia la marcada separación entre grandes sectores de la sociedad y el gobierno. Un hecho detonante fue la asonada del 9 de junio de ese mismo año, en la Caballería, donde un sector institucionalista de las Fuerzas Armadas se enfrentó al de corte autoritario que sustentaba a Morínigo. Este suceso produjo la caída parcial de la oligarquía militar y puso en jaque la permanencia en el poder del primer mandatario.
Frente a la crisis suscitada, la salida fue la conformación de un gobierno cívico-militar que incorporó al gobierno –además de nuevos jefes militares– a representantes del Partido Colorado y del febrerismo. Liberales y comunistas no gozaban de la simpatía de Morínigo, quien siempre se mantuvo distante de ambas agrupaciones.
Esta coalición no solo trajo esperanzas frente la demanda popular de democratizar al país, sino también importantes anuncios, como el restablecimiento de las libertades públicas tras largos años de inquietud y zozobra, amnistía para los exiliados políticos, el levantamiento de la tregua sindical y de la proscripción que pesaba sobre el Partido Liberal. Incluso, y hasta posiblemente lo más esperado, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, paso decisivo para elecciones libres.
Este hecho propició un despertar ciudadano e inicialmente se vio el esfuerzo mancomunado de obreros, estudiantes, mujeres y agrupaciones políticas. Si bien cada uno defendió sus intereses, el objetivo común era la normalización institucional.
Agosto de 1946 fue clave. El disparador de un estado de efervescencia social fue el retorno del exilio de dirigentes políticos. El primero, el 3 de agosto, fue el ex presidente Cnel. Rafael Franco, líder de la Concentración Revolucionaria Febrerista, entonces un movimiento político que años más tarde se convertiría en el Partido Revolucionario Febrerista.
El diario El País estimó que unas 30.000 personas se congregaron en el Puerto de Asunción para recibir a Franco, exiliado en Uruguay. Desde tempranas horas, en todos los barrios asuncenos se invitó a concurrir al acto. También llegaba gente del interior en tren, camiones y ómnibus. En la plazoleta del Puerto, así como en las calles Colón y Palma estuvo apostada la muchedumbre, un espectáculo pocas veces visto.
El de 10 de agosto regresaron al país Óscar Creydt y otros líderes sindicales, quienes fueron recibidos por una multitud en el Puerto, además de los gremios de obreros, entre los cuales el comunismo tenía gran cantidad de adeptos, llegó a la capital una gran masa de campesinos que dio al acto un cariz de gran intensidad popular.