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El rey Ródgar, gobernante de los daneses, está preocupado por los ataques de un demonio llamado Gréndel. Cada noche, Gréndel asalta la lujosa sala de banquetes del rey, llamada Hérot, mata guerreros daneses e incluso a veces se los come. Ródgar fue un gran guerrero en su época, pero ahora es un rey anciano que no parece poder proteger a su gente. Afortunadamente, un guerrero gauta llamado Beowulf viaja a la mansión de Hérot desde sus tierras al otro lado del mar para echarle una mano, literalmente.
Luego de explicarle que le debe un favor a Ródgar porque este ayudó a su padre, Beowulf se ofrece a luchar contra Gréndel. El rey Ródgar acepta agradecido la oferta. La próxima vez que Gréndel ataca la mansión de Hérot, Beowulf ya lo está esperando. Habiendo escogido batallar contra Gréndel mano a mano, Beowulf lucha contra el demonio hasta subyugarlo y finalmentele arranca el brazo desde el hombro. Herido de muerte, Gréndel huye a su guarida y muere. Beowulf, Ródgar y sus seguidoreslo celebran por todo lo alto. Ródgar también le da muchos regalos y tesoros a Beowulf como recompensa por la heroica victoria.
Desafortunadamente, Gréndel tiene una madre sobreprotectora que decide vengar a su hijo. En el momento en que los guerreros duermen la borrachera de la fiesta, ataca la mansión de Hérot, pero cuando los guerreros despiertan, se deja llevar por el pánico y huye a su guarida, una cueva en las profundidades de un lago cercano.
Beowulf, sus guerreros gautas y algunos de los guerreros daneses de Ródgar le siguen el rastro hasta su escondrijo. Beowulf se sumerge en el lago y encuentra la cueva, en donde hace frente a la madre de Gréndel en otro enfrentamiento cara a cara. Finalmente, la mata usando una espada cercana a él del tesoro que almacena la bestia,, a pesar de que su sangre demoníaca venenosa derrite la espada. Cuando Beowulf regresa a la superficie con el mango de su espada y la cabeza cercenada de Gréndel, los guerreros daneses ya lo han dado por muerto, pero sus seguidores gautas siguen esperando pacientemente. Cuando todos ven que Beowulf sobrevive a este segundo desafío, hay más fiestas y entregas de regalos.
Al fin, los gautas se despiden de los daneses. Beowulf dice adiós al rey Ródgar y zarpa hacia Gautalandia, donde es un señor en la corte del rey Híglak. Con el tiempo, asesinan a Híglak y a todos sus parientes en varias reyertas familiares, y Beowulf se convierte en rey de los gautas. Beowulf reina durante cincuenta años y protege a los gautas de todas las tribus que los rodean, en especial de los suecos. Es un rey guerrero heroico y honorable que recompensa a sus leales vasallos (señores guerreros) y cuida de su pueblo.
Sin embargo, un día, Beowulf encuentra a su más formidable adversario: un dragón, al que despierta un saqueador que intenta robar un cáliz, comienza a atacar a los gautas, quemar pueblos y masacrar a la gente. Beowulf lleva a un grupo de once fieles guerreros y al ladrón, quien conoce dónde se sitúa la guarida del dragón, hacia el túmulo para un último enfrentamiento contra el monstruo. Cuando ven al dragón, todos los guerreros menos uno huyen despavoridos. Sólo un hombre, Wíglaf, permanece al lado de Beowulf. Con la ayuda y el ánimo de Wíglaf, Beowulf consigue derrotar al dragón, pero es herido de muerte en el proceso.
Luego de la muerte de Beowulf, los gautas construyen una enorme pira funeraria para él, colmada de tesoros. Una vez se quema la pira, pasan diez días construyendo un enorme túmulo (un enorme montículo de tierra en el que se entierran numerosos tesoros) como monumento a su rey difunto.