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4. Enumera las acciones, palabras, procesos o hechos que
relacionas la palabra “revolución”.
5. ¿Consideras que protesta es lo mismo que revolución? ¿Por
qué?
Respuestas
Respuesta:
El zarismo hacía tiempo que se tambaleaba. Una y otra vez, Nicolás II había recurrido al Ejército para acallar las protestas de su pueblo. El 9 de enero de 1905, las tropas imperiales disolvieron a tiros una concentración pacífica ante el palacio de Invierno. Los manifestantes tenían la esperanza de que el zar los escuchara. Pero Nicolás ni siquiera estaba en la ciudad.
Sus soldados mataron a unos doscientos manifestantes e hirieron a otros ochocientos. Ese «Domingo sangriento», la imagen del zar como protector del pueblo se hizo añicos. Las protestas se sucedieron por todo el país, mientras el ejército imperial sufría una derrota humillante ante Japón.
A regañadientes, Nicolás II aceptó la creación de un parlamento, la Duma. Sería el mayor éxito de la revolución burguesa de 1905. Pero el zar desaprovechó la oportunidad de democratizar su imperio.
Ilustración del Domingo Sangriento de 1905.
Ilustración del Domingo Sangriento de 1905. (TERCEROS)
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El país se industrializaba a gran velocidad, pero el 80% de la población malvivía en el campo. Con excepción del británico, ningún imperio europeo sobrevivió a la I Guerra Mundial , pero el ruso sería el primero en caer.
Estos diez momentos fueron clave para que la revolución triunfara en la Rusia de los zares.
1. El desastre militar
En agosto de 1914, en Prusia Oriental, Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff detuvieron una invasión rusa que parecía imparable.
Los generales rusos no podían explicar su fracaso. Un día antes de que la batalla terminara, Alexandr Samsonov se suicidó de un disparo en la cabeza. Los alemanes bautizaron su victoria como la batalla de Tannenberg, para olvidar una derrota medieval ante el eterno enemigo eslavo.
Poco después, Hindenburg venció a Paul von Rennenkampf, el general del Primer Ejército ruso. Rennenkampf no se suicidó. Su derrota no fue tan abrumadora. En su avance frustrado hacia Berlín, los rusos habían perdido más de trescientos mil soldados y oficiales. Su sacrificio salvó París, pero su derrota prolongó la guerra cuatro años más.
Lo primero que perdió el zar fue su ejército: en 1914 los rusos perdieron 1,8 millones de hombres.
Lo primero que perdió el zar fue su ejército. Solo en 1914 los rusos perdieron 1,8 millones de hombres. En 1915, los alemanes iniciaron una ofensiva imparable: conquistaron Polonia, Lituania y gran parte de Letonia. Pero el avance alemán no logró que Rusia saliera de la guerra. En verano, Nicolás II asumió el mando directo de las tropas y cerró la Duma.
En junio de 1916, el general Brusílov emprendió una ofensiva que puso a los austrohúngaros al borde del colapso. Pero cuando su ataque se agotó, el brillante general había perdido 400.000 hombres y, sobre todo, su fe en el zar: «Rusia no podía ganar la guerra con su presente sistema de gobierno».
El general Brusílov.
El general Brusílov. (TERCEROS)
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2. El monje y la alemana
Cuando Nicolás partió al frente, dejó a su esposa, Alejandra Fiódorovna Románova, a cargo del gobierno. Fue un error. De septiembre de 1915 a febrero de 1917 se sucedieron cuatro primeros ministros, cinco del Interior, tres de la Guerra... La zarina los cambiaba de forma caprichosa. Alejandra tenía 43 años, cuatro hijas y un frágil hijo, Alekséi, el zarévich. La hemofilia del niño había llevado a la zarina a acoger en la corte, tres años antes, a un monje siberiano de siniestra apariencia, Rasputín.
Alejandra era llamada despectivamente la alemana (nació como la princesa Dagmar de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg), pero se había criado a la inglesa. Cuando contaba seis años, su abuela, la reina Victoria, se hizo cargo de su educación. Sin embargo, no logró prepararla para reinar.
El pueblo ruso creía que el desastre en el frente se debía a que la alemana desvelaba los movimientos de las tropas rusas al káiser y que se entregaba a Grigori Rasputín en orgías. Rasputín tenía tanto poder sobre la emperatriz que hasta proponía quién debía ser ministro.
Rasputín fue asesinado en una ciudad que vivía su tercer invierno de guerra. En 1916, la situación en la retaguardia era desastrosa. El frente lo devoraba todo. Una ola de frío polar paralizó un sistema ferroviario al borde del colapso. Ni siquiera la capital recibía los suministros que precisaba, más y más caros.
Desde el verano de 1914, el gobierno ruso no dejaba de imprimir billetes para pagar los gastos de la guerra. La medida disparó los precios de los productos básicos, cada día más escasos. En febrero de 1917, la capital estaba al límite. «Una chispa –pronosticaba un agente de la Ojrana, la policía secreta zarista– será suficiente para que una conflagración estalle».
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