• Asignatura: Castellano
  • Autor: whistonsandovalrojas
  • hace 7 años

Para que Eneas pueda encontrarse con su padre en el averno, la Sibila le indica que el

Respuestas

Respuesta dada por: jenifer2345
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Respuesta:

Me puedes poner coronita sin ofenderte plis-.

Explicación:

Es fama que Dédalo, huyendo de los reinos de Minos, osó remontarse por los aires con veloces alas, surcó el desusado derrotero con dirección a las heladas Osas, y fue a parar encima de la ciudadela de Calcis: tomada allí tierra por primera vez, te consagró ¡Oh Febo! sus alados remos y te erigió un soberbio templo. En las puertas representó la muerte de Androgeo y a los Cecrópidas, condenados ¡Oh miseria! a entregar en castigo, todos los años, siete de sus hijos; vese allí la urna en que se acaban de echar las suertes. Hace frente a esta escena la isla de Creta: allí están representados los horribles amores del toro, el delirio de Pasífae y el Minotauro, su biforme prole, monumento de una execrable pasión. Allí se ve también aquel asombroso edificio donde no es posible dejar de perderse; por lo cual, Dédalo, compadecido del vehemente amor de la Reina, resolvió él mismo los artificios y rodeos de su obra, dirigiendo con un hilo los inciertos pasos de Teseo. Tú también ¡Oh Ícaro! hubieras sido gran parte en aquel tan prodigioso trabajo, si el dolor lo hubiera permitido. Dos veces intentó esculpir en oro tu desastre; dos veces cayó el cincel de sus manos paternales. Sin duda Eneas y sus compañeros hubieran seguido recorriendo con la vista todas aquellas maravillas, si ya Acates, a quien el caudillo troyano había enviado por delante, no hubiese llegado entonces y con él Deífobe, hija de Glauco, sacerdotisa de Apolo y de Diana, la cual le habló en estos términos: "No es ocasión esta de pararte a contemplar tales espectáculos. Lo que ahora importa es que inmoles conforme al rito siete novillos nunca uncidos al yugo, e igual número de ovejas escogidas de dos años."

Dicho esto a Eneas (y los guerreros no demoran obedecer el sacro mandato), llama la sacerdotisa a los Troyanos al alto templo. Una de las faldas de la roca eubea se abre en forma de inmensa caverna, a la que conducen cien anchas bocas y cien puertas, de las cuales salen con estruendo otras tantas voces, respuestas de la Sibila. Apenas llegaron al umbral, "Ahora es el momento de consultar los hados, dijo la virgen: ¡he ahí, he ahí el dios!" Apenas pronunció estas palabras a la entrada de la cueva, inmutósele el rostro y perdió el color y se le erizaron los cabellos; jadeando y sin aliento, hinchado el pecho, lleno de sacro furor, parece que va creciendo y que su voz no resuena como la de los demás mortales, porque la inspira el numen ya más cercano. "¿Demoras tus votos y preces, Troyano Eneas? dice; ¿Los demoras? Pues ten por cierto que antes no se abrirán las grandes puertas de este portentoso templo." Dicho esto, calló. Helado terror discurrió por los duros huesos de los Troyanos, y de lo hondo del pecho exhaló el Rey estas plegarias:

"¡Oh Febo, siempre misericordioso para los grandes trabajos de Troya! ¡Oh tú, que dirigiste los dardos troyanos y la mano de Paris al cuerpo del nieto de Éaco! guiado por ti he penetrado en tantos mares que ciñen vastos continentes, y en las remotas naciones de los Masilios, y en los campos que rodean las Sirtes. Ya, en fin, pisamos las costas de Italia, que siempre huían de nosotros. ¡Ay! ¡Ojalá que sólo hasta aquí nos haya seguido la fortuna troyana! Justo es ya que perdonéis a la nación de Pérgamo, ¡Oh vosotros todos, dioses y diosas enemigos de Ilión y de la gran gloria que alcanzó la dardania gente! Y tú, ¡Oh santa sacerdotisa, sabedora de lo porvenir, concede a los Teucros y a sus errantes dioses, fatigados númenes de Troya, que logren por fin tomar asiento en el Lacio! No pido reinos que no me estén prometidos por los hados. Entonces erigiré un templo todo de mármol a Febo y a Hécate, e instituiré días festivos, a que daré el nombre de Febo. Tú también tendrás en mi reino un magnífico santuario, en el que guardaré tus oráculos y los secretos hados que anuncies a mi nación, y te consagraré ¡Oh alma virgen! varones escogidos. Sólo te ruego que no confíes tus oráculos a hojas que, revueltas, sean juguete de los vientos; anúncialos tú misma.” Esto dijo Eneas.

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