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En el siglo IV, considerado por la historiografía como perteneciente a la Edad Antigua, el Imperio romano entró en una crisis económica, política y social. Varios pueblos germánicos comenzaron un acoso sistemático de las fronteras que se resolvió con la invasión de gran parte del Imperio, en especial su mitad occidental, por parte de algunos de estos pueblos. Además, el propio estado romano autorizó el ingreso de otros pueblos en carácter de federados, otorgándoles territorios en pago de sus servicios. Estos hechos, a los que se suele llamar Invasiones bárbaras o migraciones de pueblos, marcaron el inicio de lo que se conoce como Edad Media. Los cinco primeros siglos de la misma (desde la deposición del último emperador de Occidente, en 476, hasta el año 1000) han sido denominados como Alta Edad Media y los cinco siglos siguientes (hasta la caída de Constantinopla en poder del Imperio otomano, 1453, o bien el descubrimiento de América, 1492) son considerados como Baja Edad Media.
En el momento de las primeras invasiones germánicas, en la Antigüedad tardía, el emperador Teodosio I logró la paz mediante un pacto de amistad con el jefe visigodo (siendo los visigodos la rama occidental del pueblo godo). Pero Teodosio I murió en 395 dejando el imperio a sus dos hijos. Honorio en el Occidente y Arcadio en el Oriente. La muerte de Teodosio I significó para los visigodos la ruptura de los acuerdos realizados con el Imperio. Su jefe, Alarico I, comenzó una campaña de depredaciones en la península balcánica. Arcadio, con el pretexto de que existía una disputa por Iliria, lanzó a los visigodos sobre el Imperio occidental, en el que se instalaron definitivamente. Poco después, en el año 406, el Imperio romano fue invadido por pueblos germánicos que buscaban dónde instalarse.
En el 423, Valentiniano III sucedió en el trono a Honorio, asimilando a los invasores a sus tropas mercenarias. Durante su reinado, el imperio sufrió un importante avance de los hunos, al mando de su rey Atila; pero fueron detenidos en los Campos Cataláunicos en una alianza romano-germánica. El Imperio estaba en franca disolución y en el 476 Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente, fue depuesto por Odoacro. El Imperio romano de Occidente llegaba, así, a su fin. A partir de entonces, el territorio se disgregó en diferentes reinos, llamados reinos romano-germánicos.
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