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La percepción visual comienza en la retina. Los fotorreceptores típicos de este tejido se conocen como conos y bastones. Tanto los conos como los bastones de la retina del ojo contienen productos químicos conocidos como fotopigmentos que se descomponen ante la exposición a la luz y, en el curso del proceso, excitan a las fibras nerviosas que salen del ojo. Estos fotopigmentos detectan y transforman al estímulo luminoso en una señal eléctrica equivalente mediante la cascada de eventos conocida como fototransducción, un proceso que se inicia cuando la luz activa al fotopigmento. Los fotopigmentos contienen un tipo de proteínas llamadas opsinas.
Los compuestos fotosensibles en los conos y los bastones del ojo humano y la mayoría de los demás mamíferos constan de una proteína llamada opsina y retinal (también conocido como retineno1), un aldehído de la vitamina A1.
La sustancia sensible a la luz en los bastones se llama rodopsina. En los conos existen otros fotopigmentos (como la conopsina), donde se denominan simplemente "pigmentos del color", cuya composición es un poco diferente a la que presenta la rodopsina, y funcionan casi exactamente igual excepto por sus diferencias de sensibilidad dentro del espectro. La única diferencia radica en que sus porciones proteicas u opsinas (llamadas fotopsinas en los conos) son un poco distintas de la escotopsina de los bastones. La porción de todos los pigmentos visuales correspondiente al retinal, que es absolutamente idéntico en los conos y en los bastones. Por tanto, los pigmentos sensibles al color de los conos consisten en combinaciones de retinal y fotopsinas.
Rodopsina
Tanto la rodopsina como los pigmentos de color son proteínas conjugadas. Se incorporan a las membranas bajo la forma de proteínas transmembrana. Las concentraciones de estos pigmentos fotosensibles en los discos son tan grandes que ellos mismos constituyen aproximadamente el 40% de toda la masa del segmento externo de un cono o un bastón.