Respuestas
Respuesta: Llega el Policarpio con una nueva súplica para el patrón.
—Aura que juimos al rodeo, encontramos pes, patrón.
—¿Qué?
—Que el buey pintado si’a muerto pes.
—¿El grande…?
—No. Ese coloradito, el viejo.
—¿Y cómo ha sido?
—No sé pes. En la loma l’encontramos tendido. Parece que ya es varios días porque
apestando está.
—Bueno, qué le vamos a hacer.
—Sí, pes. Y m’e tardado porque. Aura los indios quieren que, como la carne ya está media
podridita, les regale su mercé. Yo ca les dije que esperamos para avisar.
—¿Que les regale la carne? ¡No estoy loco! Ya mismo haces cavar un hueco profundo, y
entierras al buey. Los longos no deben probar jamás ni una miga de carne. Donde se les dé, se
enseñan y estamos fregados. Todos los días me hicieran rodar una cabeza de ganado, me la
mataran intencionalmente; […]. ¡Carne de res a los indios! No faltaba otra cosa. Ni el olor. Son
como las fieras, se acostumbran ¿y quién les aguanta después? Hubiera que matarles para que
no acaben con el ganado. Del mal, el menor; le haces enterrar lo más profundo que puedas. […]
Bueno. Andá no más a hacer enterrar el buey. […]
Una veintena de gallinazos tiene que interrumpir su festín de intestino de buey, y alzar el
vuelo porque unos indios se han puesto a cavar una fosa profunda junto a la mesa de las aves
carnívoras. Empieza el arrastre para echarlo en el hueco, ahora es cuando los indios sacan toda
su agilidad de escamoteadores para ocultar una lonja de carne. […] El Andrés arranca un pedazo
de carne que cuelga de la pierna y le mete precipitadamente bajo el poncho, mas, el acial del
mayordomo le envuelve en un fuetazo que pesquisa hasta los huesos.
[…] Acurrucados en un rincón el Andrés y la Cunshi esperan con ansia que venga la noche
para salir en busca de algo que llene la mano flaca. […] Cuando la noche ha cubierto con un
manto negro la tierra, el Andrés, como una sombra, se levanta de su ocultamiento y murmura
muy bajo al oído de la india, para que no oiga el guagua y no se emperre queriendo seguirle:
—Esperarís nu más. Ujalá taita Dios ayudando.
Se escurrió cautelosamente hasta el fondo de las tinieblas, dejando cerrada la puerta. Se
barajó en la oscuridad como un ladrón. Ir al pueblo a buscar algún descuido le parecía ahora tan
difícil. En que ya los descuidos escasean y los chagras se han puesto alerta. ¿A dónde ir? Había
que regresar a la choza con algo. De pronto se le clavó muy hondo en la resolución una idea. ¡El
buey! Si el patrón le descubre le molerá a palos. Siente momentos de vacilación, pero como no
hay otro riesgo que correr era indispensable correr ése. Temeroso, como lobo que se acerca al
redil olfateando en las tinieblas la ruta oculta, se desliza loma abajo, junto con otros hombres
hasta la tierra floja que cubría el hueco. El Andrés, abrazado a su ración, se siente solo, perdido y
sólo pudo correr, correr hasta que la angustia tropezó con la visión de la choza.
La Cunshi le recibe con una sonrisa […] El indio se alza el poncho, se desabrocha la cotona
manchada por fuera de sangre, de sangre que ha destilado la presa robada. La india y el guagua
se sobrecogen de espanto creyendo que el Andrés viene herido y que se desabrocha la cotona
para enseñarles su dolor, mas el indio va despegando de su carne y de la cotona un gran pedazo
de carne hedionda.
—Qué venís pes mishcando. Guanucta está… —comenta la india cogiendo la presa y, luego,
sin quitarle las queresas, se pone a asarla a la brasa.