• Asignatura: Castellano
  • Autor: perejacometamanuela1
  • hace 7 años

—ELLA ME PROMETIÓ que bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas —murmuró el Estudiante—; pero en todo el jardín no queda ni una sola rosa roja. El Ruiseñor le estaba escuchando desde su nido en la encina, y lo miraba a través de las hojas; al oír esto último, se sintió asombrado. —¡Ni una sola rosa roja en todo el jardín! —repitió el Estudiante con sus ojos llenos de lágrimas—. ¡Ay, es que la felicidad depende hasta de cosas tan pequeñas! Ya he estudiado todo lo que los sabios han escrito, conozco los secretos de la filosofía y sin embargo, soy desdichado por no tener una rosa roja. —Por fin tenemos aquí a un enamorado auténtico —se dijo el ruiseñor—. He estado cantándole noche tras noche, aunque no lo conozco; y noche tras noche le he contado su historia a las estrellas; y por fin lo veo ahora. Su cabello es oscuro como la flor del jacinto, y sus labios son tan rojos como la rosa que desea; pero la pasión ha hecho palidecer su rostro hasta dejarlo del color del marfil, y la tristeza ya le puso su marca en la frente. —El Príncipe da el baile mañana por la noche —seguía quejándose el Estudiante—, y allí estará mi amada. Si le llevo una rosa roja bailará conmigo hasta el amanecer. Si le llevo una rosa roja la estrecharé entre mis brazos, y ella apoyará su cabeza sobre 12 mi hombro, y apoyará su mano en la mía. Pero como no hay ni una sola rosa roja en mi jardín, tendré que sentarme solo, y ella pasará bailando delante mío, sin siquiera mirarme y se me romperá el corazón. —Este sí que es un auténtico enamorado verdadero —seguía pensando el Ruiseñor—. Yo canto y él sufre; lo que para mí es alegría, para él es dolor. No cabe duda que el amor es una cosa admirable, más preciosa que las esmeraldas y más rara que los ópalos blancos. Ni con perlas ni con ungüentos se lo puede comprar, porque no se vende en los mercados. No se puede adquirir en el comercio ni pesar en las balanzas del oro. —Los músicos estarán sentados en su estrado —decía el Estudiante—, y harán surgir la música de sus instrumentos, y mi amada bailará al son del arpa y el violín. Ella bailará tan levemente, que sus pies casi no tocarán el suelo, y los cortesanos, con sus trajes fastuosos, formarán corro en torno suyo para admirarla. Pero conmigo no bailará, porque no tengo una rosa roja para darle. Y se arrojó sobre la hierba, y ocultando su rostro entre las manos, se puso a llorar amargamente. —¿Por qué está llorando? —preguntó una lagartija verde que pasaba frente a él con la cola al aire. —¿Sí, por qué? —murmuraba una margarita a su vecina, con voz dulce y tenue. —Está llorando por una rosa roja —explicó el Ruiseñor. —¿Por una rosa roja? —exclamaron las otras en coro. ¡Qué ridiculez! La lagartija, que era un poco cínica, se puso a reír a carcajadas. Sólo el Ruiseñor comprendía el secreto de la pena del Estudiante y, posado silenciosamente en la encina, meditaba sobre el misterio del amor. Por último, desplegó sus alas oscuras y se elevó en el aire. Cruzó como una sombra a través de la avenida, y como una sombra se deslizó por el jardín. En medio del prado había un magnífico rosal, y el Ruiseñor voló hasta posársele en una de sus ramas. —Necesito una rosa roja —le dijo. Dámela y yo te cantaré mi 13 canción más dulce. Pero el rosal negó sacudiendo su ramaje. —Mis rosas son blancas —le contestó—, como la espuma del mar y más blancas que la nieve de la montaña. Pero ve donde mi hermana que crece al lado del viejo reloj de sol, y puede ser que ella te proporcione la flor que necesitas. El Ruiseñor voló hacia el gran rosal que crecía junto al viejo reloj de sol. —Dame una rosa roja —le dijo—, y te cantaré mi canción más dulce. Pero el rosal negó sacudiendo su follaje. —Mis rosas son amarillas —contestó—, tan amarillas como el cabello de la sirena que se sienta en un trono de ámbar, y más amarillas que el Narciso que florece en el prado. Pero anda a ver a mi hermano, que crece al pie de la ventana del Estudiante, y quizás él pueda darte la flor que necesitas. El Ruiseñor voló entonces hasta el viejo rosal que crecía al pie de la ventana del Estudiante. —Dame una rosa roja —le dijo—, y yo te cantaré mi canción más dulce. PREGUNTA: haga diez oraciones

Respuestas

Respuesta dada por: Bayronalejos
0

Respuesta:

oye sos un crack para escribir tanto a porque es demasiado intelectual para mi nose la respuesta espero haberte ayudado papulince

Explicación:

si esas son las 5 oraciones que pediste

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