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Yo había comprado flores aquel día. Él me dijo que todo iba a ser distinto a partir de aquel momento. Nosotros jugábamos a diario bajo la sombra del nogal de mi abuela. Debíamos hacer aquello que sentíamos necesario. Ellos recorrían las veredas de la plaza de la mano. Yo creía que con el paso del tiempo ella iba a cambiar. Él pensó que sería muy fácil llegar a la meta propuesta. Ellos se desanimaron al ver que la realidad no era la más benévola. Con mis primos nos juntábamos todas las semanas en la casa de mi tía Graciela. Juan era el alumno más inteligente de toda la clase. Mi abuela cocinaba los mejores pastelitos del vecindario. La vecina de la casa del lado tenía unas flores hermosas en su jardín. El sol brillaba como nunca antes lo había hecho. La luna se quedaba quieta en mi ventana y yo la miraba fijamente. Los pequeños se escuchaban gritar en el patio del colegio mientras jugaban. Los albañiles cantaban y contaban chistes mientras trabajaban largas horas bajo el sol. La plata no alcanzaba para comprar aquello que necesitábamos. El correo era la solución para comunicarnos con alguien a quién queríamos y teníamos lejos. Mi jefa en ese entonces tenía un carácter algo particular, no paraba de gritar. El niño que vivía en la casa del fondo era algo callado y se veía siempre triste. El paraíso no era nada atractivo al lado del lugar que visitamos en ese verano inolvidable de vacaciones familiares. La calculadora era un avance importante para nuestras épocas en donde todo se hacía a mano. Las letras me salían a muy duras penas bien cuando empecé a escribir. Mis abuelos tenían una casa gigante y nos dejaban hacer todo aquello que quisiéramos. Mis padres no poseían un buen sentido del humor para ser realistas. El bibliotecario de la escuela era un señor simpático que nos ayudaba a hacer la tarea cuando algo se nos complicaba. La calesita de la plaza fue sacada cuando se le hicieron unas reformas a la plaza. La iglesia se restauró como consecuencia de una donación que hizo una empresa de la ciudad. Las servilletas de tela eran muy usadas en banquetes especiales. La tortuga de mi amiga se enterró en invierno y no volvió a aparecer nunca más. El conejo saltaba de un lado a otro para que no pudiéramos atraparlo. Las herramientas de mi tío fueron donadas a un museo porque eran de larga data. Los hermanos eran los mejores amigos que teníamos en el campo. La limpieza era realizada a diario por las mujeres de la casa.