tres aspectos de la lectura el muerto candelerazo
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elorios en el Quito antiguo se hacían en las iglesias de la ciudad y duraban de dos a tres días, dependiendo de la importancia del difunto, y en las noches se quedaban únicamente los coristas o los sacristanes, pues la gente temía que algún fantasma se les apareciera en el camino a casa si acompañaban al muerto más allá de las once.
Pues resulta que precisamente en San Agustín tuvo lugar un velorio que se convirtió en leyenda, allá por el siglo 18. El muerto era un importante militar y al llegar las once se quedaron con él únicamente dos sacristanes de nombre Pedro Illescas y Toribio Fonseca, que compartían una casa en la parroquia de San Blas y por ello se habían vuelto mejores amigos y gustaban de gastarse bromas.
En medio de la vigilia, alrededor de las doce de la noche, a Pedro se le ocurrió jugarle una broma a su amigo y así pasar más rápido la aburrida madrugada. Mandó entonces a Toribio para que comprara algo de comer en la casa de doña Petrona, una vecina de la iglesia que además vendía los cirios que ocupaban los agustinos para iluminar el convento.:
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