• Asignatura: Castellano
  • Autor: BtsarmyUwU
  • hace 7 años

En qué condiciones vivía el papá de Odiseo, según lo que le relató el alma de la madre a quien vio en el hades. Ayud3nme es para dentro de una hora!!!!!!!


aron2010: se mi amigo

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Respuesta dada por: aron2010
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Respuesta:

Así habló ella. Deseé entonces abrazar el alma de mi difunta madre. Tres veces me acerqué a ella, pues el ánimo me incitaba a abrazarla y tres veces se me fue de las manos cual sombra o sueño; y entonces sentí un dolor agudo en mi corazón que iba en aumento. (Odisea, XI, 156-159)

¿Qué se puede reflexionar acerca de este pasaje tan conmovedor una vez descontadas las dificultades que conlleva acceder al griego de Homero a través de una traducción moderna? Hay un punto crucial, hacia el final, cuando el poeta describe el dolor que experimenta Odiseo, damos por hecho que lo produce la imposibilidad de abrazar el alma de la madre muerta, pero no está claro que la experiencia de ese non plus ultra tenga que ser dolorosa –intentar abrazar a un ser querido que se te escapa entre las manos–, podría simplemente despertar asombro en Odiseo. ¿Para qué le sirve esa imagen si no puede hacerse con ella? Ni siquiera, puesto que está al otro lado del mundo, donde habitan los muertos y no puede parecerle extraño que eso suceda porque él mismo no pertenece a ese mundo. Él no puede acceder a esa experiencia. Puede ver a su madre, incluso puede oírla pero, como no puede abrazarla, su madre ya no es experiencia, su experiencia es el dolor que le produce su impotencia.

(Sin embargo, yo conozco ese dolor muy bien; y no solo porque mi madre esté muerta.)

El dolor de Odiseo no lo desencadena el reencuentro con la madre sino la imposibilidad de consumarlo. Lo llamaría una “presencia-ausencia” si no fuera uno de esos oxímoron que usaba el insoportable Blanchot. La madre de Odiseo reaparece ante él como sombra o como una ensoñación, pero no está ahí; o sí, ahí está, pero solo para señalar su propia ausencia. Homero, pues, no describe la emoción del encuentro tanto como el dolor del desencuentro, que es el de una separación definitivamente infranqueable.

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