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El narrador y personaje principal le escribe una carta a una señorita llamada Andrée que se encuentra de visita en París mientras él cuida su apartamento de la calle Suipacha en Buenos Aires, al que describe al detalle en las primeras líneas. Todo en el apartamento está perfectamente ordenado, y el personaje siente vergüenza de mover incluso las piezas más pequeñas. El motivo de la carta, en cambio, se debe a un problema más bien «físico» que atraviesa el personaje: vomita conejitos. Este incidente, descrito con detalle y que podría parecer una extrañeza, es para él de lo más natural. Lo ha hecho por mucho tiempo en periodos regulares de varias semanas, por lo que ya está tan habituado que incluso tiene un espacio con alimentos para los conejitos en su balcón. Sin embargo, al mudarse comienza a vomitar conejitos cada uno o dos días. Pronto no sabe que hacer con ellos ni cómo ocultárselos a la mucama llamada Sara. Los encierra en el clóset del dormitorio durante el día y los deja salir durante la noche. Al principio son hermosos y tranquilos por lo cual es imposible matarlos, pero con el tiempo se convierten feos y rompen todo. Mientras solo fueron diez «tenía perfectamente resuelto el tema de los conejitos». Pero cuando el undécimo apareció, ya no pudo contener la situación.2 El narrador ha hecho todo lo posible por limpiar y reparar lo que los animales han roto, y le deja la carta en el apartamento para que no se pierda en el correo. Concluye con un «No creo que les sea difícil juntar once conejitos salpicados sobre los adoquines, tal vez ni se fijen en ellos, atareados con el otro cuerpo que conviene llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales»
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Análisis literario
Como el título lo indica se trata de una carta, esta es un instrumento clave, ya que influye tanto en la historia como en el personaje. la carta es escrita por el personaje principal que narra la historia, este es un narrador protagonista, en primera persona y luego un narrador testigo, ya que los conejitos se vuelven los protagonistas. Este le escribe una carta a una señorita llamada Andreé que se encuentra de visita en París mientras él ocupa temporalmente su departamento de la calle Suipacha en Buenos Aires. Los hechos son narrados de forma cronológica, por lo tanto es narrado de forma lineal.
Personaje principal
- El escritor de la carta, quien en todo el cuento nunca se conoce su nombre.
Personajes secundarios
- Andreé: Es la receptora de la carta. Se encuentra en París.
- Sara: Es la mucama, Encargada de cuidar la casa de Andreé.
- Señora de Molina: Es a quien el escritor le regala los conejos una vez que estos crecieron.
El remitente de la carta, mientras llega al apartamento de la señorita, vomita un conejito blanco y muy pequeño. Este es un elemento fantástico, que irrumpe esa cotidianidad, o esa vida que puede ser de cualquiera, y llega de manera tan natural, que parece verosímil.
La carta se interrumpe, por cuestiones laborales, y en ese período ocurre un hecho que cambia la historia. Se conoce la finalidad de la “primera parte de la carta”, la que es escrita antes de la interrupción, cuando sólo eran 10 conejitos, avisarle a Andreé de ellos y sus travesuras, y absolverse de toda culpa, porque le explica detalladamente el cuidado que ha tenido en reparar y evitar los desastres, pero la “segunda parte de la carta”, la desesperación ha tomado al hombre, con la llegada de un onceavo conejo, y el tamaño de los otros diez, se cruza el límite de la aceptación y se entra en el deseo de acabar con ellos y con su situación, la carta toma un tono determinante, para terminar con un sui cidio, por ello es que la segunda parte, se transforma en una carta sui cida.
El hecho de que el protagonista vomite un conejito provoca un sentimiento de ambigüedad. El acontecimiento fantástico, en una narración, no responde a ninguna de las leyes de este mundo ni de ningún otro, por lo que se vuelve inexplicable, lo que a su vez provoca una vacilación en el lector. El hecho fantástico sorprende al lector, pero no al personaje ya que este vomita conejos hace mucho tiempo. La duda es un elemento fundamental en lo fantástico, ya que el lector llega a dudar del orden de lo racional y natural.
Los hechos ocurren en espacios cerrados. El departamento para el protagonista es “un ambiente ajeno, propiedad de una persona ausente y lejana”. Y con lejana no solo se refiere a que se encuentra físicamente a kilómetros de distancia, sino también a que Andreé es inalcanzable para él, ya que pertenece a una clase social más alta y refinada.
Hay una relación adentro-afuera entre el cuerpo del protagonista y los conejos, ya que se podría entender (dentro de las variantes) que lo que vomita son sus sentimientos reprimidos, la ira, la angustia, o quizás solo el asunto de trabajo-creatividad. Tal es así que hay una relación similar entre el departamento y la vereda. Él encontrándose ‘’encerrado o reprimido” por el inmueble, decide liberarse, terminando con su vida y con su supuesta causa de sufrimiento, los conejos.
Todas las cosas y objetos de la casa que él no puede tocar lo oprimen de alguna forma:
“(…) Y yo no puedo acercar los dedos a un libro, ceñir apenas el cono de luz de una lámpara, destapar la caja de música, sin que un sentimiento de ultraje y desafío me pase por los ojos como un bando de gorriones.”
Fuera del departamento, está su trabajo, la OFICINA: “(…) cubierta de gritos, órdenes, máquinas Royal, vicepresidentes y mimeógrafos.”
Se puede decir que los conejos quiebran o alteran el orden del departamento y del mundo; también corrompen el tiempo, cambiando el día por la noche.
“Su día principia a esa hora que sigue a la cena, cuando Sara (…) se encierra en su cuarto y de pronto estoy yo solo, solo con el armario condenado, solo con mi deber y mi tristeza. (…) No sé cómo resisto, Andreé.”
Sin embargo, el problema no son los conejos sino él mismo. Lo mismo sucede con su extrañeza con el departamento, algo así como que ‘’él no encaja”. Este se encuentra resignado, ya que es más fácil culpar a los conejitos, que aceptar su problema interno.
Juegan y hasta destruyen los objetos de valor, como libros y pinturas, por lo cual el protagonista no tiene ni siquiera tiempo para ocuparse de sus cosas, ya que debe arreglar lo que los animales han dejado roto.
El protagonista, luego de una lucha constante, se resigna a combatir su problema. Al acrecentarse este conflicto interno del personaje, este toma la decisión de quitarse la vida y la de los conejitos arrojándose desde el balcón de Suipacha lleno de alba.