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Los historiadores han afirmado con frecuencia —a partir de consideraciones de diverso tipo: económicas, políticas y, también, algunas referidas a desastres naturales que asolaron el territorio, como los grandes terremotos del Cuzco en 1650, y de Lima en 1687— que el virreinato del Perú entró en un proceso de decadencia en la segunda mitad del siglo xvii. De entre dichas consideraciones, se suelen mencionar la caída de la producción minera; la crisis producida con respecto al empleo de la mano de obra indígena, por el aumento de las denuncias frente a los abusos que se producían; las incursiones de piratas y de corsarios en las costas peruanas; y la menor capacidad política de los virreyes de ese tiempo, a excepción del conde de Lemos y del duque de la Palata1. Fue también grave la crisis fiscal en el virreinato, perceptible en la disminución de los ingresos de la Real Hacienda, en el contexto de una indudable crisis imperial. Sin embargo, lo cierto es que el siglo xvii se caracterizó por una creciente autosuficiencia del Perú en el contexto de la monarquía hispánica, tanto en lo referido a lo económico —con el crecimiento y mayor dinamismo de los circuitos mercantiles internos— como en lo tocante a los intereses de los grupos poderosos locales que empezaron a imponerse frente a los designios de la Corona, representada por los agentes de la Administración.
Respuesta:El Virreinato del Perú fue una entidad territorial del Imperio español creada por la Corona Española en el año 1542, con capital la ciudad de Lima, durante su dominio en el Nuevo Mundo. En un principio, su territorio comprendía casi toda América del Sur, incluyendo Panamá y algunas islas de Oceanía. Aunque no incluía Venezuela, que dependía de la Real Audiencia de Santo Domingo, ni los territorios al este de la línea del Tratado de Tordesillas que pertenecía al Imperio de Portugal.4 Dos siglos después, su inmenso territorio sufrió tres importantes mermas. En 1717 se creó el Virreinato de Nueva Granada al norte. En 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata al sur. Al mismo tiempo la colonia portuguesa del Brasil extendía sus fronteras tomando territorios de la Amazonia.
A pesar de las pérdidas territoriales, todavía a principios del siglo XIX el virreinato del Perú era la principal posesión de la Corona española al tratarse de una de sus principales fuentes de riqueza.5
El proceso de independencia hispanoamericana inició el fin del virreinato, conflicto en el que se mantuvo en el bando realista, y funcionó como un importante bastión y centro estratégico de la Corona española en América del Sur. Esto provocó la guerra con la Provincias Unidas del Río de la Plata (creada tras la caída del virreinato homónimo), el cual por el contrario había elegido el camino de la independencia y desde 1810 enviaba fuerzas libertadoras en todas direcciones. Tras independizar la Capitanía General de Chile, el general rioplatense José de San Martín giró nuevamente su atención hacia Perú y preparó un ataque naval. La campaña fue un éxito y San Martín declaró la independencia del Perú, para acto seguido retirarse de su carrera militar. Aún quedaban áreas bajo control realista, así que continuó con la tarea independentista el general grancolombiano Simón Bolívar con la intervención de la Gran Colombia, quien utilizó el apoyo de las guerrillas peruanas y todos los recursos de logística de la sierra peruana, requisando todo lo necesario para una guerra de posiciones. Tras la batalla de Ayacucho el virreinato perdió su rumbo con solo algunos focos de lealtad a la Corona en los Andes y la costa del bajo y alto Perú. Con divisiones internas, sin auxilios de la España peninsular y prácticamente aislado del mundo, la resistencia del virreinato peruano sucumbió en 1824
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