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Tanto el proceso de paz como el futuro papel político de las FARC han causado un revuelo político en Colombia, al punto de que el expresidente Álvaro Uribe afirmó que el país había caído en “manos del comunismo”. Luis Bosemberg, historiador con un máster de la Universidad de Heidelberg, Alemania, y Renán Silva, doctor de la Universidad de la Sorbonne en París, forman parte del departamento de historia de la Universidad de los Andes. Arcadia habló con ambos para entender, de manera académica, qué es el comunismo y que cabida puede -o no- tener en Colombia.
En términos académicos, ¿qué es el comunismo?
Luis Bosemberg: El comunismo es un sistema que se instauró históricamente en Rusia en la época de la Primera Guerra Mundial bajo unas condiciones muy especiales. Después poco a poco se extendió a Europa oriental, cuando Rusia avanza durante la Segunda Guerra Mundial, y después a países como Vietnam. Un gobierno comunista, en sentido estricto u ortodoxo, como lo fue la Unión Soviética o como lo es Cuba, apunta a una socialización de los bienes de producción. En el sistema debe haber una distribución de ingreso y todo se hace a partir del estado. La crítica que hace al capitalismo es que hay una gran apropiación de la riqueza en manos de unos pocos, quienes controlan el poder económico y, por ende, político. Con esa visión, para ser una sociedad más equilibrada es necesario golpear a esa minoría y quitarles esos medios y poder político. El estado del partido comunista controla la economía porque desaparece el propietario y la propiedad privada, y es el partido comunista, por medio del estado, el que redistribuye los bienes. No hay educación privada, no hay salud privada, no hay medios de comunicación privados. El estado, por medio del partido que llega al poder, es el gran motor, como el ‘gran papá‘ de la sociedad.
Renán Silva: En realidad es difícil ofrecer una definición única, porque ha habido diversas variedades, que no se pueden reducir a una. En el siglo XIX fue una forma utópica y generosa que se imaginó, con excesiva confianza en el género humano, una sociedad de gentes radicalmente iguales, viviendo en una abundancia compartida, en un medio de tanta justicia y tan abundante recurso a la razón, que hacía posible pensar en una sociedad sin prohibición y viviendo la posibilidad misma de la felicidad colectiva, y a lo mejor del aburrimiento universal.
Mucho de esa utopía quedó en la imaginación generosa de marxistas y anarquistas que en el siglo XX intentaron la experiencia del comunismo, bajo un modelo que se tornó luego en despótico y autoritario, produciendo en la realidad la figura inversa que una imaginación bondadosa pero extraviada había concebido. El comunismo es pues un sueño generoso del pasado que puso de presente la verdad de la frase atribuida a Goya, de que la razón –tratando de imponer la felicidad terrena- produce monstruos, por lo menos en esta oportunidad…
¿Es todavía vigente el modelo comunista? ¿Es decir, es probable que sea adoptado por un país en la actualidad?
LB: Depende de que historiador responda la pregunta. Algunos de izquierda dirán que se puede dar. El sistema en realidad no es único, mal que bien existe en Cuba, con los elementos del modelo tradicional. Ese comunismo es una vertiente más moderada. La pregunta de hoy, y de hace unos 200 años, es ¿cuál es el papel del estado? ¿Qué tanto debe intervenir en la economía y en el sector empresarial? Los comunistas ortodoxos dicen que el estado se debe apropiar de todo y el neoliberalismo dice que no se debe apropiar de nada. Las posiciones intermedias hacen matices en los sectores de salud, servicios y educación. Yo, por ejemplo, creo que la educación debería ser toda del estado y no privada.
RS: Desde el punto de vista de la experiencia histórica, tratando de prestar atención a lo que sucedió en el pasado, con la idea de hacer una observación juiciosa, no tendenciosa, de lo que constituyó el comunismo, sin intentar esconder los males casi irreparables que produce nuestra forma actual de vida, ese terrible sistema de anulación de las libertades, de destrucción de la riqueza social y de anulación de la creatividad humana que se llama “comunismo”, no parece tener ninguna vigencia. Pero desde el punto de vista del fanatismo, de las ideologías reticentes a la prueba histórica y refractarias a lo que enseña la experiencia, siempre hay la posibilidad de que una doctrina de esa naturaleza se reanime, aunque no parece verosímil pensar que luego de la experiencia totalitaria del siglo XX logre apoderarse de la opinión mayoritaria de la sociedad. Como modelo, el episodio parece clausurado. Como doctrina, siempre tendrá una posibilidad, como lo tienen otras doctrinas igualmente terribles como los nacionalismos y los fundamentalismos religiosos.