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Las niñas y los niños perciben todos los días la desigualdad de género en sus hogares y sus comunidades: en los libros de texto, en los medios de comunicación y entre los adultos que los cuidan.
Los padres y las madres suelen asumir responsabilidades desiguales en lo que se refiere al trabajo del hogar; de hecho, la pesada carga de atender a la familia y realizar las tareas domésticas recae en las madres. La mayoría de los trabajadores comunitarios de la salud poco cualificados y mal remunerados que atienden a los niños también son mujeres, y sus oportunidades de crecimiento profesional son limitadas.
Y en la escuela, las niñas generalmente reciben menos apoyo que los niños para seguir los estudios que eligen. Esto ocurre por diversos motivos. Uno de ellos es el desinterés por las necesidades de seguridad, higiene y saneamiento de las niñas, un factor que puede llevar a poner en peligro su asistencia habitual a clase. Las prácticas docentes y los materiales educativos discriminatorios también pueden dar lugar a desigualdades entre los géneros en el aprendizaje y el desarrollo de habilidades. En consecuencia, casi 1 de cada 4 niñas entre los 15 y los 19 años carece de empleo y no se está educando ni capacitando, en comparación con 1 de cada 10 niños.