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Los Estados Unidos precolombinos contaban ya con civilizaciones de una arraigada tradición, caso de la Confederación Iroquesa iniciada en torno al siglo XII, y formada con avanzadas ideas democráticas en cuanto al funcionamiento político y social. Incluso Benjamin Franklin adaptaría varios de los artículos de dicha confederación para la redacción de la Declaración de Independencia. Otros pueblos también contaban con gobiernos de mayor o menor sofisticación política y social, como algunos pueblos inuit, pero sin llegar al nivel de los iroqueses.
Paralelamente, se sabe que en torno al año 1000, pueblos vikingos del norte de Europa y Groenlandia realizaron expediciones hasta Canadá bajo el liderazgo de Leif Eriksson, y llegaron a asentarse en zonas de Nueva Inglaterra, aunque nunca llegaron a establecerse definitivamente en la zona y regresaron a Europa sin colonizar el actual territorio estadounidense.
Primeras colonias españolas
Tras la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492, y las posteriores expediciones al continente, empezaron a establecerse en México los primeros colonos, protegidos por la Corona española. Poco después, los asentamientos llegarían al sur de los actuales Estados Unidos, incluyendo California, Nuevo México, Texas y Florida. Allí se crearon las primeras colonias norteamericanas, caso de San Martín de Florida (1565), Santa Fe en Nuevo México (1609) o San Diego en California (1769). Así mismo, diversas órdenes religiosas construyeron misiones por todo el sur de Estados Unidos. Se conservan los restos de muchas de ellas, sobre todo en el estado de California. Numerosos comerciantes, tentados por las riquezas del Nuevo Mundo, como el tabaco, el maíz o el oro y plata, también se establecieron en el continente definitivamente, bajo la protección de la Corona española, que vivía su máximo esplendor imperial en esos años.
Llegada de los colonos holandeses
Durante el transcurso del siglo XVII, empiezan a llegar a los actuales Estados Unidos colonos holandeses, muchos de los cuales se establecen en lo que hoy es la ciudad de Nueva York. Partícipes de una gran tradición en las artes del comercio, estos colonos realizaron numerosos intercambios económicos con los nativos, y también introdujeron la religión calvinista en el territorio, hasta ahora mayoritariamente católico. En 1626, los holandeses compran la isla de Manhattan a los indígenas y crean Nueva Amsterdam, más tarde tomada por los ingleses y rebautizada como Nueva York en 1664. Aún así los holandeses siguiron viviendo allí, expandiendo su cultura por el resto del continente, sobre todo en numerosas zonas rurales en las que se establecieron en pequeñas comunidades unidas básicamente por la religión, muy ligada al gobierno.