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Pero, ¿a qué se deben los diálogos destructivos? Los pensamientos y diálogos dañinos se deben a la ansiedad anticipatoria y a la angustia, ya que ambas hacen que la persona de manera constante se diga a sí misma cosas del tipo: «No puedes», «Eres una tonta e inútil».
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porfa que sea la mejor :)
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El lenguaje constituye uno de los primeros logros intelectuales en sociedad de la humanidad, entendiendo el lenguaje como respuesta creativa del ser humano a la necesidad de comunicación más allá de la simple aplicación de significado a los sonidos guturales capaces de emitir por naturaleza el cuerpo humano. Esa ordenación en la cadena hablada de las posibilidades articulatorias fonéticas permiten elaborar infinitas combinaciones capaces de significar mediante las palabras, signos sonoros, todo la realidad y el imaginario de la percepción e intuición humana. Otra característica del lenguaje es su ámbito social, como lo demuestra que sólo en cada idioma se pueda entender el valor significativo de las palabras.
La condición moral de la persona humana, por la que obra socialmente en función de un fin plural, y la condición ética, que le capacita para identificar el bien como objeto propio de sus actos, configuran el lenguaje como un medio de comunicación que, aunque el sistema en sí es amoral, en su utilización en las relaciones se configura tan potente para la defensa y el ataque moral de la psique como la fuerza física para la integridad corporal, de modo que se configura como un medio capaz de mostrar y ejercer la confrontación pacífica o agresividad entre las conciencias humanas.
La agresividad con el uso del lenguaje lenguaje se puede ejercer de forma violenta o sutil; la primera se emplea con la intimidación que produce el tono de voz y la carga semántica injuriosa de las palabras utilizadas; la segunda, mediante la falsedad del mensaje, la ironía malsana, la difamación, el juicio temerario, la crítica, la murmuración y cualquier otra forma de herir directa o indirectamente a otra persona mediante un uso del lenguaje sin violencia aparente. Ese lenguaje destructivo es expresión muchas veces del ansia de dominio sobre otras personas, ejerciendo una violencia tanto o más grave que la agresión física, pudiendo doler aquella tanto como esta, aunque disimula más la responsabilidad de la agresión, pues descalificarse mutuamente es mucho más accesible a un equilibrio de fuerzas que las diferencias corporales que pueda haber entre los distintos sujetos que se enfrentan. Cuando ese lenguaje destructivo se utiliza hábilmente de forma sutil puede buscar la anulación psicológica de la otra persona como forma de dominio sobre ella por la degradación que genera sobre la personalidad.
La trascendencia del lenguaje destructivo en la sociedad depende mucho de la tolerancia con que cada cultura lo admite o lo condena. Normalmente refleja la situación de crispación social que existe por un déficit de libertad, por el desbarajuste del sistema educativo, por la implantación de bandas al margen de la ley, por la intolerancia étnica, por la vigencia de las estratificación social, por el favor a la contracultura, etc. El lenguaje violento no puede predicarse como una decadencia del lenguaje en sí, pues este abarca todo al ámbito posible de la expresión humana, y su fin está tanto en la transmisión del conocimiento como en la discordia de las relaciones sociales habidas y por haber. Lo que sí es el lenguaje es una radiografía del temperamento cultural de las personas de una comunidad, pero también una constatación de la evolución de su tolerancia y la trascendencia de los valores de convivencia, pues esta se mide en gran parte por la superación de la violencia por el diálogo y el desarrollo de los hábitos de tolerancia.
Una aplicación del lenguaje destructivo se ha desarrollado en los últimos tiempos como forma de anónima descalificación a través de las redes sociales soportadas en internet. Las enormes posibilidades de contrastar opiniones que favorecen esas redes son por muchos utilizadas con absoluta falta de respeto como vehículo de expresión de odio, con una intención destructiva cuya osadía se ampara en la distancia y el semianonimato que las redes procuran. A veces incluso, esa comunicación destructiva se utiliza precisamente con efecto propagandístico de la capacidad de violencia de una organización criminal.
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