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Respuesta:
Roland Barthes (1990) en La aventura semiológica señala que el lenguaje es a la vez estructurado e infinito. Esto que podría parecer una contradicción no sería tal ya que, como propone Barthes, cada texto sería posible de ser interpretado de ilimitadas formas, cada una de las cuales poseería su propia organización y significancia con respecto a sus contenidos.
Explicación:
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Roland Barthes (1990) en La aventura semiológica señala que el lenguaje es a la vez estructurado e infinito. Esto que podría parecer una contradicción no sería tal ya que, como propone Barthes, cada texto sería posible de ser interpretado de ilimitadas formas, cada una de las cuales poseería su propia organización y significancia con respecto a sus contenidos.
Entonces podríamos preguntarnos ¿Sería única y correcta la proposición de Lacan (1984) cuando afirma, en "El seminario de `La carta robada'", que lo que quiere decir "la carta robada", es que una carta llega siempre a su destino? La respuesta de Barthes debería de ser sí y no. Sí, porque Lacan ha hilvanado una serie de situaciones bajo las cuales su interpretación sería la acertada. No, porque existirían innumerables más.
De esta forma, para Barthes el éxito del análisis estructural no va a depender del carácter inequívoco de sus resultados, sino más bien de su capacidad de asociación de los códigos que se manifiesten en la lectura del texto. Así, la aspiración de este trabajo estará lejos de pretender encontrar un sentido único en el cuento, sino por el contrario, dinamitarlo hacia otras posibles apreciaciones que enriquezcan su lectura.
Toda carta que pretende ser coherente debiera de poseer un texto impreso en ella. En el caso de nuestro cuento no se nos revela su contenido, pero sí es posible inferir que se trataría de una carta que compromete la relación de la reina con su rey, tal vez la de un amante o una carta de amor. Por otro lado, sabemos bien que la palabra "letter" en inglés es posible traducirla al español como "carta" y como "letra". Bajo estas dos consideraciones, propongo que lo que se le ha extraviado a la reina, y de paso al detective Dupin, corresponde a la escritura1, cuyo origen es la "letra", y que, tras un descuido, ha sido sustraída por un burgués con el único objetivo de sacar provecho de ella.
La escena del robo se produce en el despacho real. La reina ha recibido la carta de un presunto amante y de pronto hace su aparición el rey, quien, descuidado, no advierte la existencia de la simulación. ¿Pero, es acaso que el rey no se ha percatado de la situación o, para no atraer hacia su persona un desagradable percance que podría irremediablemente retrasar e importunar sus impostergables asuntos prefiere deliberadamente ignorar el desconcierto de su reina? Quien posee ahora la escritura es la reina. El tema, como dijimos, no importa. Puede ser cualquiera de los infinitos de la literatura. Tampoco el autor, del cual nunca sabremos si existe.