Respuestas
Respuesta:
“Actúan como palancas y desestabilizan todo el sistema”, dijo el profesor Pall Thordarson, director interino de Química en la Universidad de Nueva Gales del Sur. Las proteínas esenciales se derraman de las membranas rotas en el agua que las rodea, matando a las bacterias e inutilizando a los virus.
En tándem, algunas moléculas de jabón interrumpen los enlaces químicos que permiten a las bacterias, los virus y la mugre adherirse a las superficies, sacándolos de la piel. Las micelas también se pueden formar alrededor de partículas de suciedad, así como fragmentos de virus y bacterias, al suspenderlos en jaulas flotantes. Cuando te enjuagas las manos, todos los microorganismos que han sido dañados, atrapados y matados por las moléculas de jabón son arrastrados por el agua.
Al considerar todos los factores, los desinfectantes para manos no son tan confiables como el jabón. Los desinfectantes con al menos el 60 por ciento de etanol actúan de manera similar, al derrotar a las bacterias y a los virus mediante la desestabilización de sus membranas lipídicas. Sin embargo, no pueden remover fácilmente los microorganismos de la piel. También hay virus que no dependen de membranas lipídicas para infectar las células, así como bacterias que protegen sus delicadas membranas con escudos resistentes de proteína y azúcares. Los ejemplos incluyen a las bacterias que pueden causar meningitis, neumonía, diarrea e infecciones de la piel, al virus de la hepatitis A, el de la polio, así como los rinovirus y los adenovirus (causantes frecuentes del resfriado común).
Estos microbios más resistentes generalmente son menos susceptibles a la masacre química del etanol y el jabón. Sin embargo, la limpieza vigorosa con agua y jabón puede expulsar a estos microbios de la piel, por lo que el lavado de manos es más efectivo que el desinfectante. El desinfectante a base de alcohol es un buen respaldo cuando el agua y el jabón no están disponibles.
En una era de cirugía robótica y terapia genética, es todavía más maravilloso que un poco de agua con jabón, una receta antigua y básicamente sin cambios, persista como una de nuestras intervenciones médicas más valiosas. Durante el transcurso del día, todo tipo de virus y microorganismos se adhieren a nuestra piel provenientes de objetos y personas en el ambiente. Cuando sin darnos cuenta nos tocamos los ojos, la nariz o la boca —un hábito, según indica un estudio, que ocurre con una frecuencia tan alta hasta de cada 2,5 minutos— brindamos a los microbios potencialmente peligrosos un portal a nuestros órganos internos.
Florence Nightingale, la estadística y enfermera inglesa, también promovió el lavado de manos a mitad del siglo XIX, pero no fue sino hasta la década de 1980 que los Centros de Prevención y Control de Enfermedades emitieron las primeras pautas de higiene de manos aprobadas a nivel nacional, que fueron las primeras en el mundo.
El lavado con agua y jabón es una de las prácticas claves de la salud pública que puede lentificar de manera significativa la tasa de contagio de una pandemia y limitar el número de infectados, lo que evita una sobrecarga desastrosa a los hospitales y las clínicas. Sin embargo, la técnica solo funciona si cada persona lava sus manos de manera frecuente y exhaustiva: genera una buena espuma, tállate las palmas y el dorso, frota tus dedos intercalándolos entre ellos, talla las puntas de los dedos contra las palmas y gira un puño jabonoso alrededor de tus pulgares.
Explicación: