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Estamos en verano y aunque España es un país acostumbrado en esta época estival a sufrir elevadas temperaturas, sin embargo la metereología advierte de la llegada de una ola de calor muy superior a lo habitual. Las células de nuestros órganos, no obstante, no pueden sufrir esos cambios bruscos de temperatura y tienen que mantener una temperatura constante de alrededor de 36-37 ºC para que las células de nuestro cuerpo, así como nuestras enzimas, proteínas y demás estructuras moleculares puedan funcionar adecuadamente.
El control de la temperatura en el interior de nuestro organismo es por lo tanto muy férreo y está principalmente regido desde nuestro cerebro en una zona muy específica localizada en su base que se denomina hipotálamo. Por lo tanto, en el hipotálamo reside nuestro centro termorregulador y desde allí se aumenta o disminuye la temperatura del interior de nuestro organismo en relación a las condiciones ambientales.
La termoregulación es extremadamente importante para el mantenimiento de nuestra existencia. Tanto es así, que si se rebasan unos límites por arriba de 40ºC, el hipotálamo no es capaz de funcionar adecuadamente, es como si sufriera un cortocircuito, pudiéndose incluso originar la muerte por golpe de calor.
El organismo siente el calor a través de múltiples sensores térmicos que tiene distribuidos fundamentalmente en la piel. Utilizando estos sensores, conoce si tiene que ganar o perder calor para mantener la temperatura corporal dentro de los rangos adecuados. Por ejemplo, cuando tenemos frío temblamos. El movimiento muscular del temblor hace que se genere calor.
A través de la piel podemos también perder calor. Esto ocurre a través de diferentes mecanismos. Uno de estos mecanismos es la emisión de ondas infrarrojas. Si en el ambiente hay una temperatura superior a la corporal, el entorno irradiará calor hacia el cuerpo. Si es al revés entonces nuestro cuerpo emitirá calor hacia el exterior. Otra forma de regulación de la temperatura corporal es a través de la sudoración. La evaporación de agua desde nuestro cuerpo supone que por cada gramo de agua que pasa a estado gaseoso se pierden 0.58 kilocalorías. La evaporación a través de la piel es la responsable del 22% de la pérdida de calor corporal
Para disminuir la temperatura corporal el organismo utiliza también otros mecanismos. Por ejemplo la dilatación de los vasos sanguíneos de la piel por lo que puede multiplicarse hasta 8 veces la cantidad de calor que se transfiere a la piel y así el cuerpo pierde calor. También se crea una una sensación psíquica de calor, lo que induce a que nos refresquemos.
Hemos señalado que la sudoración es una forma de perder calor interno pero también lo es de eliminación de toxinas. Como curiosidad decir que no todos los mamíferos como el ser humano puede perder calor por sudoración. Por ejemplo, los perros no sudan y que no tienen glándulas sudoríparas. La forma que ellos tienen de perder calor es abrir la boca y así evaporan saliva teniendo para ellos una sensación refrescante. Las toxinas son eliminadas por estos animales a través de la orina y los excrementos. El único lugar por donde si sudan los perros es en las almohadillas de sus patas donde existen unas glándulas llamadas merocrinas.
El intento de refrescarse va unido a la historia del ser humano. Los romanos y egipcios utilizaban nieve con fines terapeúticos. En la península Ibérica fueron los árabes los que probablemente introdujeron el concepto de la utilización de la nieve para conservar carnes y pescados, refrescar bebidas, fabricar helados y usos medicinales. Los árabes construyeron edificios específicos para conservar la nieve.
A Marco Polo se le atribuye el conocimiento en Italia de la pasta, especialmente los espaguetis, traídos desde China, aunque hay detractores de esta teoría que dicen que la pasta ya era utilizada en la Grecia antigua. Quizás ustedes conozcan menos que Marco Polo parece que también introdujo en la corte italiana desde sus viaje al Oriente la tradición de los helados.
Resumen:
sudando en pocas palabras