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Respuesta:
Afortunadamente quedaban camarotes de primera clase. A Rydal no le apetecía ir ni en segunda clase en un barco como aquél. Probablemente había una tercera clase en las entrañas del barco y la cubierta principal a popa estaba ya atestada de pasajeros que viajaban al aire libre las veinticuatro horas que duraba la travesía. La gente comía naranjas, plátanos y bocadillos y tiraba los desperdicios por la borda o en el suelo. Al vislumbrar a esas gentes, mientras subía la pasarela, Rydal se había sentido deprimido. Parecían ganado en un redil, sólo que éstos ya se estaban empujando y disputándose el sitio para pasar la noche, y algunos ya habían tomado posiciones y se habían tumbado sobre la cubierta, negándose a moverse, pues el ser humano tiene la capacidad de prever
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