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Los nazis utilizaron eficazmente la propaganda para obtener el apoyo de millones de alemanes durante la democracia, y posteriormente durante la dictadura, con el fin de facilitar la persecución, la guerra y hasta el genocidio.
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La educación en el Tercer Reich sirvió para inculcar a los alumnos la visión nacionalsocialista del mundo. Los educadores e intelectuales nazis exaltaban la raza nórdica y otras razas “arias”, y clasificaban a los judíos y a otros pueblos considerados inferiores como “razas bastardas”, parásitas, incapaces de crear una cultura o civilización.
Después de 1933, el régimen nazi purgó el sistema escolar público de todos aquellos maestros que se consideraba que eran judíos o que “políticamente no eran de confianza”. No obstante, la mayoría de los educadores permanecieron en sus puestos y se unieron a la Liga de Maestros Nacionalsocialistas. Para 1936, el 97% de todos los maestros de escuelas públicas, unas 300.000 personas, se habían unido a la Liga. De hecho, los maestros se unieron al Partido Nazi en mayor cantidad que ninguna otra profesión.
Tanto en los salones de clases como en las Juventudes Hitlerianas, la enseñanza estaba dirigida a producir alemanes conscientes de su raza, obedientes y capaces de sacrificarse, dispuestos a morir por el Führer y por la Patria. Un componente clave del entrenamiento de las Juventudes Hitlerianas era la devoción a Adolf Hitler. Los jóvenes alemanes aprovechaban su cumpleaños (el 20 de abril) —un día de fiesta nacional— para iniciar a los miembros. Los adolescentes alemanes juraban lealtad a Hitler y prometían servir a la nación y a su líder como futuros soldados.
Las escuelas jugaron un papel importante en la difusión de las ideas nazis entre la juventud alemana. Mientras los censores eliminaban algunos libros de las aulas, los educadores alemanes introdujeron nuevos libros de texto que enseñaban a los estudiantes el amor a Hitler, la obediencia a la autoridad del estado, el militarismo, el racismo y el antisemitismo.
Desde su primer día en la escuela, se inculcaba a los niños alemanes el culto a Adolf Hitler. Su retrato estaba siempre presente en los salones de clases. Los libros de texto con frecuencia describían la emoción que sentían los niños al ver al líder alemán por primera vez.
Los juegos de mesa y los juguetes para niños eran otra forma de difundir la propaganda racial y política entre los jóvenes alemanes. Los juguetes también se utilizaban como medios de propaganda para inculcar el militarismo en los niños.
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