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Ser o no ser otros
Ninguno de nuestros graves problemas actuales, sean económicos, políticos, sociales, éticos o culturales, tendrá un comienzo de solución hasta que dejemos de anhelar ser otros, como lo demuestra el hecho de que el 90% de los niños que aparecen en la publicidad televisiva argentina son rubios y de ojos claros. Desandemos aquello de que lo nacional está pasado de moda o es sospechoso de derechismo.
La globalización homogeiniza las producciones culturales planetarias, es decir, las culturas locales son barridas por las culturas dominantes, lo que tiene por resultado un inevitable empobrecimiento de expresiones como la del arte y el pensamiento que necesitan de la diversidad y la confrontación. "Las vanguardias no cesan de dar vueltas en el vacío, incapaces de una innovación artística importante. La negación ha perdido su poder creativo, los artistas no hacen más que reproducir y plagiar los grandes descubrimientos del primer tercio de siglo", según Lipovetzky.
Se trata de no caer en la trampa de contraponer la globalización a las culturas locales, batalla perdida de antemano, sino en aceptar lo positivo de la "glocalización", neologismo útil para designar la interdependencia e interpenetración de lo global y lo local.
En nuestra Argentina se cuentan algunos pocos y aislados ejemplos de "glocalización". Uno de ellos es nuestro atractivo rock nacional, el primero que se cantó en castellano, simbiosis de lo propio y lo extraño, generadora de una música que expresa a amplios sectores nacionales y que está en condiciones de aspirar al mercado hispanoparlante de más de 550 millones de consumidores potenciales.
También se comprende que nuestro pintor mejor cotizado en el exterior sea Antonio Berni, quien expresa en su arte una técnica y una temática hondamente locales pero con jerarquía internacional, dejando atrás en cotización a otros talentos en quienes son muy visibles las influencias extranjeras.
La globalización no ha nacido para favorecernos, pero tampoco es un destino in modificable ni férreamente unívoco y unidireccional que deba experimentarse con la pasividad de un cadáver. Como dice García Canclini: "La época globalizada es ésta en que, además de relacionarnos efectivamente con muchas sociedades, podemos situar nuestra fantasía en múltiples escenarios a la vez".
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