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Pablo comprendió que la elección de Dios, el cumplimiento de sus promesas de salvación se ha dado para todos, no solamente para judíos, sino también para los gentiles, comprendió que lo importante no es el cumplimiento de las obras de la ley sino la realización de las obras del Espíritu. Pablo reconoció que la sensibilidad de los gentiles a la acción y fuerza del Espíritu Santo, fue más efectiva en ellos que en los mismos judíos (1 Ts 1, 5).
Después del tema de la circuncisión, aparecen los términos griegos traducidos como: creación nueva; nueva creación y nueva criatura: en griego: (καινή κτίσιφ) de Kainos que significa: nuevo, no usado y Ktisis que significa: criatura, creación. Es la misma dirección significativa de Romanos 6, 4; vida nueva; y 7, 6; espíritu nuevo.
Pablo asumía naturalmente la acción creadora de Dios y la manifestación de Dios en sus criaturas (Rm 1, 20). Ya antes, en el inicio de esta carta a los Gálatas, Pablo había dicho: "Dios, que me había tomado aparte desde el vientre de mi madre y me había llamado con su gracia, decidió revelarme a su Hijo" (Ga 1, 15s). Esto comprueba que el pensamiento de Pablo tiene profunda relación con el pensamiento bíblico del Antiguo Testamento; tres tradiciones confirman este presupuesto histórico de esta concepción creadora de Dios: la tradición del Pentateuco, la tradición del pensamiento sapiencial y la tradición profética de Israel. De acuerdo con el Pentateuco, la concepción de Dios creador es evidente; y las tradiciones puestas en los dos primeros capítulos del libro del Génesis así lo confirman: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gn 1,1); "Cuando Dios hizo la tierra y el cielo…" (Gn 2, 4). Además de ser el creador de los cielos y la tierra, en los orígenes, Dios creó al hombre y a la mujer y los constituyó administradores de la tierra