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Respuesta:Con el inicio de la primavera empieza el espectáculo. Los naranjos y mandarinos se llenan de flores. Es un verdadero placer poder disfrutar del aroma de la flor de azahar y del zumbido de las abejas a su alrededor. Pero esto sólo dura unas pocas semanas, la mayoría de flores caen al suelo al abrirse. El trabajo de polinización que llevan a cabo las abejas durante estos días es fundamental para que la flor que haya sobrevivido se convierta en fruto.
Una vez polinizada la flor se transforma en fruto, y poco más se puede hacer sino esperar que vaya creciendo. Las primeras semanas el fruto crece muy rápido pero es muy frágil a las inclemencias meteorológicas, especialmente al viento. Así, la meteorología de la primavera acaba siendo determinante, primero en la cantidad de flores que queda en el árbol y después en la calidad y cantidad de fruto que nos dará.
Pasado este periodo crítico, y ya en pleno verano, en las Tierras del Ebro se garantizan las condiciones óptimas de luz solar que hacen que, junto con el riego a goteo para mantener la humedad óptima, los cítricos puedan crecer de la mejor manera posible. Eso sí, siempre pendientes de cualquier sorpresa meteorológica.
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