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Últimamente se oye hablar en círculos liberales españoles de cierta corriente liberal prácticamente desconocida hasta ahora por el público nacional. Se trata del objetivismo, la filosofía creada por la escritora norteamericana de origen ruso Ayn Rand.
Aunque las novelas de Rand aparecieron en España por primera vez hace décadas y actualmente la editorial argentina Grito Sagrado está publicando traducciones mejoradas, los ensayos de Rand sobre política, filosofía y epistemología son prácticamente desconocidos en nuestro país.
No es de extrañar, entonces, que de lo poco que se oye, bastante vaya desencaminado.
Empecemos por ver como es el objetivismo a ojos de la propia Rand. Una vez, alguien le preguntó si podía definirlo mientras se sostenía sobre una sola pierna, se lo pensó un rato y respondió: “Metafísica: Realidad objetiva. Epistemología: Razón. Ética: Interés propio. Política: Capitalismo.”
Metafísica: Realidad objetiva. Es decir, la realidad es la que es, “A es A” que solía decir ella citando a Aristóteles. No vivimos en un submundo en el que las cosas son sólo los reflejos borrosos de otro mundo perfecto. Vivimos en una realidad objetiva por cuanto su existencia es independiente de nuestra percepción. De ahí se deriva el nombre del movimiento que ella creó.
Epistemología: Razón. La forma de desenvolvernos en esta realidad no puede ser otra que la razón. Es decir, la capacidad mental de cada uno para entender el mundo del que forma parte. Nada de “esto es así porque lo dice el experto Pepito” o “es así porque lo siento así y no me pidas que te lo explique”.
Ética: Interés propio. Este es uno de los puntos más simples y, sin embargo más polémicos y peor comprendidos de Rand. Ella defendió a capa y espada el “egoísmo” frente al “altruismo”. El primero lo entendía como un sano amor propio. Quien no se ama a sí mismo no puede amar al prójimo. No vas a limpiar a nadie si tus manos están sucias ni a desinfectarle si no te has desinfectado primero. Por tanto, el egoísmo objetivista es el que venera la autonomía de cada ego, “el sagrado umbral”; y así el egoísta objetivista se relacionará con otras personas sólo cuando haya un estricto respeto de las mutuas voluntades.
Para Rand no es ninguna virtud sino una aberración el aceptar culpas inmerecidas, cargando con las cruces ajenas, sacrificándose por los demás. A esto lo llamó altruismo. Es, además, el precipicio por el que se cae en el totalitarismo y en todo tipo de abusos contra la dignidad humana.
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